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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: February 9, 2019
Este es el primer artículo de una serie de diez.
Por Cackie Upchurch
Directora del Estudio Bíblico de Little Rock
“Palabra de Dios.”
“Gloria a ti, Señor Jesús.”
En nuestra tradición de fe, la proclamación del Evangelio goza de lo que pudiéramos llamar un “lugar de honor” en la Liturgia de la Palabra. Durante la primera mitad de la Misa, prestamos atención a las lecturas de la Escritura y en cómo esas lecturas se nos abren en la homilía. Nuestros gestos (hacer la señal de la cruz en la frente, los labios y el corazón) y postura (de pie) llaman la atención de manera especial a la proclamación del Evangelio. Las palabras que escuchamos nos proclaman a Jesús.
Los evangelistas no son en primer lugar periodistas o biógrafos. Aunque recurren a acontecimientos históricos y a memorias, no están preocupados con la documentación de sus fuentes o de proporcionar una secuencia uniforme de eventos. Más bien, son evangelistas que escriben con la intención de introducir al lector a la propia persona de Cristo, esperando que sus palabras inviten a una respuesta de fe por parte del lector.
Así como estos escritores no son historiadores contratados profesionalmente, los Evangelios no intentan ser un reportaje en directo. Los Evangelios son el producto del testimonio de los escritores sobre lo que era e hizo Jesús, reflexionando orantemente en su impacto sobre sus vidas a lo largo del tiempo, y deseando intensamente compartir esta Buena Noticia.
Los Evangelios son una respuesta a la acción del Espíritu Santo en las comunidades de fe primitivas y fueron las necesidades de esas comunidades las que ayudaron a moldear la manera en que cada escritor compone la historia de Jesús y transmite la Buena Nueva que él proclamó.
Tres de los cuatro Evangelios comparten una secuencia o marco de acontecimientos muy parecida. Mateo, Marco y Lucas son conocidos como Evangelios sinópticos. El término “sinóptico” significa sencillamente una lente (óptica) similar (syn). Estos tres relatos comienzan con la aparición de Jesús en el antiguo Oriente Medio, dos de ellos desde el momento de su nacimiento, y el otro desde el momento de su encuentro con Juan Bautista. Sin embargo, el Evangelio de Juan, comienza con su naturaleza eterna como Palabra de Dios hecha carne y organiza los materiales de su vida pública de manera muy distinta a la de los escritores sinópticos.
Aunque los Evangelios sinópticos de Mateo, Marcos y Lucas comparten una secuencia de historia y muchos de los mismos materiales, cada uno de ellos también nos ofrece algo único sobre Jesús y sobre lo que significa seguirle. Cada uno de los evangelistas habla desde una comunidad de fe en distintas regiones del Oriente Medio antiguo y emplea los acontecimientos y enseñanzas de Jesús para responder a las necesidades de esa comunidad.
Lo que surge de la lectura de todos los Evangelios es un retrato de Jesús con más carácter y tridimensional. Lo que surge de una lectura cuidadosa de cada uno es su propia atención su sabor y espiritualidad particular. La iglesia nos ayuda a apreciar estas diferencias sutiles organizando las lecturas dominicales en un ciclo de tres años, enfocado cada uno de ellos primordialmente en las lecturas de uno de los Evangelios sinópticos.
Cada año litúrgico comienza en Adviento y termina un año más tarde con la Fiesta de Cristo Rey. Escuchamos a Mateo en lo que se llama el Año A, Marcos durante el B y Lucas durante el Año C. (El Evangelio de Juan aparece en el Tiempo Pascual en los tres ciclos). Estamos ahora en el Año C del ciclo litúrgico, así que nuestro guía es Lucas. Las lecciones que ofrece Lucas en su retrato de Jesús y sus seguidores constituyen el tema de esta serie.
Al avanzar a lo largo del año, presta atención a los pasajes del Evangelio de cada domingo y escucha a la voz singular del evangelista que conocemos como Lucas. Su amor por Jesús y los modos en que se relacionaba con toda clase de personas, su cuidado en proclamar a Jesús como salvador del mundo, y su atención a la compasión de Jesús resonarán en nuestros oídos.
Y sigue estos artículos mensuales en que exploraremos algunos de los rasgos únicos del Evangelio según san Lucas. Ciertamente vivimos en un tiempo y lugar distintos de los de la audiencia original de Lucas, pero la condición humana no ha cambiado tanto. Y el Jesús que nos revela Lucas todavía está dispuesto a enseñar y a sanar.
Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 9 de febrero de 2019. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.