Sitio oficial de la Red de la
Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: May 11, 2019
Este es el 4º artículo de una serie de diez.
Por Cackie Upchurch
Directora del Estudio Bíblico de Little Rock
En Evangelio de Lucas revela sucintamente que el reino de Dios está presente en Jesús y que Jesús es amigo de los pobres.
Desde los anuncios de los nacimientos de Juan y de Jesús, a las humildes circunstancias del Nacimiento de Jesús, y dentro de las palabras de las figuras clave de estas escenas, sabemos, sin lugar a dudas, que Lucas y su comunidad vivieron un profundo cambio cuando llegaron a conocer a Jesús. Nada capta esto tan claramente como los cánticos que se encuentran en Lucas.
“Cántico” se deriva de la palabra en latín, “canticulum,” que significa, “pequeño canto.” Generalmente, son textos bíblicos que, además de los salmos, se pueden cantar recitativamente o como himnos, y en Lucas 1—2 se encuentran cuatro de ellos.
El cántico de María (también conocido por su nombre latino, Magnificat) se encuentra en Lucas 1,46-55, “Proclama mi alma la grandeza del Señor … .” Es quizá el más conocido de los cantos de alabanza que se encuentran en Lucas. Las palabras de María, pronunciadas como parte de su visita a Isabel, alaban a Dios por la grandeza que mostró en su cuidado por ella en su humildad, pero también en el cuidado de Dios hacia todos los que son humildes y pequeños.
Celebra que los orgullosos en mente y corazón son dispersados, los gobernantes injustos depuestos, y los ricos despedidos vacíos. El Magnificat es parte de la Liturgia de las Horas, especialmente la oración de la tarde, Vísperas. Enfatiza que el reino de Dios no se parece a nada a lo que nos hemos acostumbrado. Nos recuerda que tenemos que estar dispuestos a desprendernos de presuposiciones falsas.
El cántico de Zacarías (en Latín, el Benedictus) se encuentra en Lucas 1,68-80. Las palabras, construidas cuidadosamente y puestas en labios del padre de Juan Bautista, celebran la gratitud del padre por el tan esperado hijo, un hijo que sería el “profeta del Altísimo” y prepararía el camino al Mesías. El Benedictus es parte de la oración de la mañana de la Iglesia, que también se conoce como Laudes. Nos recuerda que en todo tiempo bendecimos a Dios que cumple sus promesas de misericordia.
El Gloria de los ángeles (Lucas 2,14) es un cántico con un verso lleno de fuerza: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.” El himno angélico suena cuando los humildes pastores reciben la noticia del Nacimiento de Jesús con las sencillas palabras: “les ha nacido un salvador.” Estas palabras forman la estrofa del Gloria que oramos en la Misa del domingo y en fiestas y otras oraciones especiales. La alegría es innegable.
El cántico de Simeón (el Nunc Dimittis en Latín) es quizá el menos conocido de los cánticos. Este canto se encuentra Lucas 2,29-32 en la escena en que María y José entran en el templo a presentar a su bebé, Jesús, al Señor. La joven familia se encuentra con dos ancianos que esperan fielmente el cumplimiento de la redención prometida por Dios a su pueblo. La preparación orante de la profetisa Ana le permitió reconocer a Jesús. Y ahí estaba Simeón, cuya fidelidad le aseguraba que no moriría antes de ver al Mesías. Sus palabras “Ahora, Señor, ya puedes dejar a tu siervo ir en paz,” proclamaron lo que vio con sus propios ojos, al Mesías. El Nunc Dimittis es un elemento esencial en la oración de la noche de la Iglesia, conocida como Completas.
¿Qué tienen en común estos “pequeños cantos? Alabanza, alegría y una firme afirmación de la fidelidad de Dios. Aunque el Gloria de los ángeles no explicita el cuidado de Dios por los que son excluidos, como lo hacen los otros cánticos, incluso ahí está implícito al recordarnos el favor de Dios para con nosotros. Y conocemos que el favor de Dios, la gracia de Dios, entregada gratuitamente no dependen de nuestro mérito.
Los tres cánticos que se usan en la Liturgia de las Horas tienen una profunda resonancia en el Antiguo Testamento. Busca las conexiones entre la paternidad anciana de Zacarías e Isabel con la de Abraham y Sara (Gen 15; 18; y 21), los parecidos temáticos entre el canto de María y el de Ana (1 Sam 2,1-10), y el tema común de servicio a Dios que se encuentra en la historia de Simeón y la de Samuel (1 Sam 3,1-18).
El orar con estos cánticos ancestrales nos une al pasado en que vemos la fidelidad de Dios, pero también nos indica el futuro, cuando Dios continuará actuando en favor de los pobres.
Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 11 de mayo de 2019. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.