3er Domingo Pascua, Año A

Publicado: April 26, 2020

El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Casa de Formación en Little Rock el domino 26 de abril de 2020.


Obispo Taylor

¿Alguna vez has tenido esa extraña sensación de que no estás solo? ¿Entras a lo que debería ser una casa vacía, pero parece que hay alguien allí? No hay luces encendidas, pero ¿sientes una presencia? Y luego abres el refrigerador, se prende la luz y ¡de repente ves! ¡Falta comida!

Entonces notas la ropa sucia y tus miedos son reemplazados por la emoción. ¡Tu hermano está en casa para el fin de semana! O tal vez su hijo o hija en el caso de algunos de ustedes que participan sobre el Internet.

En el Evangelio de hoy, dos hombres que caminaban de Jerusalén a Emaús tenían esa extraña sensación de que no estaban solos. Un hombre se les acercó y ellos le contaron sobre la trágica muerte de Jesús y sobre los ángeles que anunciaron que había resucitado. Luego, para su asombro, este extraño, que creían que no sabía nada de Jesús, explicó cómo la tragedia que les había quitado sus esperanzas era, de hecho, el evento que cumpliría sus esperanzas: ¡las Escrituras dicen que tenía que suceder así!

La gracia de todas esas Eucaristías que hemos recibido en el pasado permanece en nosotros, incluso durante este tiempo cuando temporalmente no podemos volver a recibirla físicamente. De esta manera, el acceso a Jesús que tú y yo tenemos aun en este tiempo de COVID-19 es mucho mayor a lo de los mismos contemporáneos de Jesús porque nuestros ojos están abiertos.

¡El Mesías tuvo que sufrir antes de entrar en su gloria! Luego, en la cena, cuando este extraño dijo la bendición y partió el pan con ellos, sus miedos fueron reemplazados por la emoción. La luz se encendió y de repente vieron, y luego desapareció de su vista. Jesús había estado con ellos físicamente todo el día, pero no lo supieron hasta que lo reconocieron al partir el pan.

Esta fue en efecto la segunda Misa en toda la historia, pero con una diferencia: la Última Cena ritualizaba lo que estaba por ocurrir; ¡Esta comida celebró lo que ahora se ha logrado!

Todas las apariciones posteriores a la resurrección de Jesús fueron para tres propósitos: 1.) para convencernos de que Jesús realmente había salido victorioso sobre el pecado y la muerte; 2.) para enviarnos a continuar su obra de salvación; y 3.) para reemplazar nuestros miedos con entusiasmo y darnos los recursos sacramentales que necesitamos a largo plazo para llevar a cabo fielmente nuestro rol en el plan de Dios.

En Mateo Jesús nos envía a bautizar a todas las naciones. En Juan les da a los Apóstoles el poder de perdonar pecados. Y aquí, en Lucas, Jesús destaca la Eucaristía como el lugar más íntimo para encontrar a Jesús que todavía está presente sacramentalmente entre nosotros.

Esos dos hombres en el camino a Emaús ya habían conocido a Jesús por algún tiempo, pero la luz interior no se prendió hasta que lo encontraron en la Eucaristía. Y cuando sus ojos se abrieron a su presencia sacramental en su cuerpo y sangre, ya no necesitaban su presencia física transitoria como hombre de carne y hueso. Y en esto, tú yo tenemos una tremenda ventaja sobre los contemporáneos de Jesús, ¡incluso en este momento, cuando debido a la pandemia de COVID-19, la mayoría de nosotros somos temporalmente incapaces de recibirlo físicamente!

Muy pocos de sus contemporáneos reconocieron quién era realmente Jesús cuando vivió entre ellos, pero ahora, como esos dos discípulos, tú y yo y un billón de católicos en todo el mundo reconocemos que Jesús es el Hijo de Dios y que él sigue estando realmente presente entre nosotros por medio de la Eucaristía ... incluso fuera de la Misa cuando se le expone para la adoración o simplemente reservada en el sagrario.

E incluso dentro de nosotros: la gracia de todas esas Eucaristías que hemos recibido en el pasado permanece en nosotros, incluso durante este tiempo cuando temporalmente no podemos volver a recibirla físicamente. De esta manera, el acceso a Jesús que tú y yo tenemos aun en este tiempo de COVID-19 es mucho mayor a lo de los mismos contemporáneos de Jesús porque nuestros ojos están abiertos.

Pero con este mayor acceso también vienen mayores responsabilidades: "de quien se ha dado mucho, ¡se esperará mucho!" Cuando la segunda Misa de la historia allí en Emaús terminó, estos dos discípulos estaban llenos de emoción para dar testimonio de todo lo que habían escuchado y visto en su encuentro con Jesús.

Al final de esta Misa, yo los enviaré a todos ustedes  a dar testimonio de cómo el Señor continúa trabajando en su vida, ¡incluso en estos días de COVID-19!