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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: April 19, 2020
El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Casa de Formación en Little Rock el domino 19 de abril de 2020.
Hace exactamente 25 años, hoy a las 9:02 de la mañana, estaba en mi rectoría cuando sentí y escuché lo que pensé era un gran estallido sónico, producido por un avión de bajo vuelo desde la base de la Fuerza Aérea Tinker al este de Oklahoma City.
Pero, por supuesto, pronto supe que se trataba del atentado contra el Edificio Federal por parte de Timothy McVeigh y su cómplice Terry Nichols, el peor acto de terrorismo doméstico en la historia de nuestro país. Murieron 168 personas — 19 de ellas niños en una guardería y tres más todavía adentro de sus madres embarazadas, y así de hecho 171 personas murieron — y 700 personas heridas, algunas gravemente.
Tuve dos funerales: Tony Reyes, un especialista en la promoción de igualdad de oportunidades para el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano, y Ethel Griffin, una representante de servicio para la Administración del Seguro Social. Dos personas que habían dedicado su vida a ayudar a otros. Esos fueron funerales duros.
Él nos perdona y cura las heridas en nuestra propia alma con su divina misericordia, y luego nos envía a llevar esa misma misericordia divina a los demás.
¿Cómo hablar de la misericordia y el perdón de Dios frente al mal de esta magnitud? McVeigh recibió una especie de justicia ojo por ojo y fue ejecutado en 2001, pero su muerte no nos trajo paz ... de hecho, el temor era que podría convertirse en un héroe popular para algunos grupos marginales de extrema derecha.
Nichols recibió misericordia, en el sentido de que su vida se salvó, y ha pasado 25 años tras las rejas, dándole la oportunidad de arrepentirse y tal vez encontrar la paz, incluso tal vez hacer algo positivo con el resto de su vida.
Hoy, en el Domingo de la Divina Misericordia, vemos que Dios ha hecho lo mismo con respecto a nosotros. ¿Qué es lo primero que dijo Jesús cuando se apareció a sus discípulos en el Evangelio de hoy? Él dijo: "La paz sea con ustedes".
Hubo dos razones por las que comenzó su primera aparición de esta manera: 1.) él sabía que sus seguidores estaban preocupados por su futuro: angustiados por la muerte de Jesús y la forma en que todas sus esperanzas parecían haber quedado en nada; y 2.) él sabía que les sería difícil enfrentarlo porque habían pecado contra él muy gravemente, abandonándolo solo dos días antes, a pesar de muchas promesas de quedarse con él pase lo que pase.
Y sin embargo, Jesús les trata con mucha sensibilidad. Sabía que estaban aterrorizados cuando llegaron los soldados y que ahora estaban llenos de pesar, pena y miedo. Era por eso que las puertas estaban cerradas; ellos tenían miedo de que los enemigos de Jesús vendrían tras ellos ahora. Jesús los amaba a pesar de todo, así que por segunda vez dijo: "La paz sea con ustedes" y luego les mostró las manos y el costado para mostrarles que era él de veras.
E hizo lo mismo otra vez una semana después cuando Tomás el incrédulo estuvo presente, invitándolo a poner su dedo en las marcas de los clavos y su mano en el costado, demostrando que no era un fantasma regresado para atormentarles por haberlo abandonado. Podrías tocarlo. Era real y la paz, la misericordia que les trajo también era real. Y no solo los perdonó, también les capacitó y los envió, haciéndolos "apóstoles" en el sentido pleno del término: "los que son enviados".
Él dijo: "Como el Padre me envió, yo también les envío a ustedes". Luego sopló sobre ellos, diciendo: "Reciban al Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar.” Reciben misericordia divina y luego Jesús los envía para llevar esa misma misericordia a los demás. Tú y yo nos parecemos a esos apóstoles.
Nosotros también estamos preocupados por nuestro futuro y también somos pecadores, a pesar de muchas promesas de seguir a Jesús y hacer lo correcto, pase lo que pase.
Y Jesús nos ama también a pesar de todo esto, así que también nos dice a nosotros: "La paz sea con ustedes" y nos muestra también las heridas que fueron el costo de amarnos hasta el final, las heridas que revelan que realmente es él y que la misericordia que nos brinda también es real.
Él nos perdona y cura las heridas en nuestra propia alma con su divina misericordia, y luego nos envía a llevar esa misma misericordia divina a los demás.