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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: July 17, 2010
Este es el 4º artículo de una serie de trece
Por Cackie Upchurch
Directora del Estudio Bíblico de Little Rock
En nuestros años de infancia y adolescencia quizá escuchamos muchas veces las sabias instrucciones de “obras son amores” y “las acciones hablan más que mil palabras”. Y esas cosas son verdad. Las palabras están huecas si no se les da cuerpo y se hacen realidad en la vida diaria. Pero eso no quiere decir que las palabras no sean importantes. Jesús utilizó tanto palabras como acciones para invitar a quienes le escuchaban a una relación con Él. Y lo demostraba, integrando las dos cosas: era el maestro por excelencia. En este artículo, examinaremos algunos de los modos en que Jesús empleaba las palabras de un modo eficaz, y en el siguiente veremos su uso de las obras.
Una de las razones por las que la enseñanza de Jesús sigue resonando en los seguidores siglos más tarde es que utilizaba el lenguaje de muchas maneras. Quizá sea su uso de las parábolas lo que la gente recuerda mejor. Una parábola básicamente es una historia con una lección, pero la lección a menudo se presenta con un giro inesperado. Ese giro es lo que nos atrae y convierte la lección en algo eficaz.
Describir a un samaritano como “bueno” en tiempo de Jesús (Lucas 10,30-37) sería como pedirle a un miembro de una pandilla creer que uno de sus rivales podría ser compasivo. Contar la historia de un pastor que busca una oveja perdida suena irresponsable, al pensar en las otras 99 (Mateo 18,12-14).
Y sembrar una semilla sin cuidado por dónde cae (Mateo 13,3-8) suena ineficaz y derrochador. Y sin embargo, estas historias y otras muchas revelan profundas lecciones sobre el amor misericordioso y generoso de Dios y cómo ese amor ha de manifestarse en las vidas de los seguidores de Cristo.
Algunos elementos del lenguaje de los evangelios se apoya fuertemente en el estilo poético que se encuentra en los textos hebreos que Jesús habría conocido. La repetición es una técnica poética, como se encuentra en la serie de “bienaventurados” que constituyen las Bienaventuranzas (Mateo 5,3-11; Lucas 6,20-22). Incluso el demonio emplea esa técnica cuando desafía repetidamente a Jesús en el desierto, “Si eres el Hijo de Dios…” (Lucas 4,3. 9).
El paralelismo es otra técnica poética que se encuentra en los evangelios. El punto se reafirma diciéndolo más de una vez en frases ligeramente distintas. Consideren la escena de Jesús despertándose en un bote sacudido por el viento y las olas. Jesús regañó a las fuerzas de la naturaleza con palabras sencillas: “¡Cálmense! ¡Quietas!” y luego se nos dice que “el viento se detuvo y hubo una gran calma” (Marcos 4,39). Pronuncia dos veces palabras de calma y se nos dice dos veces cómo se logró esa calma.
En estos paralelos, enseña una sencilla lección: es el señor del universo y puede calmar las tempestades de la vida también. En otra ocasión, Jesús empleó el paralelismo cuando les dijo a sus seguidores: “Mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mateo 11,30).
A veces Jesús finge ignorancia o respeto, pero en realidad está usando la ironía y sus palabras están dirigidas a comunicar una opinión. Por ejemplo, Jesús sanó al hombre de la mano paralizada en sábado. Como sabía que los fariseos, los guardianes de la ley, lo estaban vigilando, sus palabras tenían la intención de comunicar ironía: “¿Es legítimo hacer bien en un sábado, en lugar de hacer mal, salvar una vida en lugar de destruirla?” (Marcos 3,4). En la superficie, parece ceder a los observadores legales, pero debemos oír la ironía ya que en realidad está poniendo de manifiesto su incapacidad de entender el significado de la ley. Cuando una audiencia le es contraria, a veces usa la ironía como el mejor modo de enseñar.
Jesús también usó lenguaje imaginativo. Esto es cierto especialmente cuando invita a su audiencia a acoger el reino de Dios (o el reino del cielo). En el capítulo 13 de Mateo hay una serie de símiles, a veces también llamados parábolas, que comparan el reino a un tesoro escondido y buscado, a un mercader que busca las perlas más selectas, a una red de pescar que atrapa toda clase de pescados. Son éstas imágenes concretas de la vida diaria y sin embargo impulsan a los que escuchan a imaginarse algo más allá de esta realidad, algo que desafía la simple definición.
Quienes responden a la invitación a este reino también escuchan consejos sobre la inutilidad de preocuparse (Mateo 6,25-34). ¿Acaso las aves del cielo no encuentran comida, la flor silvestre no crece sin esfuerzo? De la misma manera, Dios cuidará de nuestras necesidades.
Las palabras tienen la fuerza de moldear nuestras mentes y nuestra visión del futuro. Las palabras de Jesús y los evangelistas tienen fuerza verdaderamente.
Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 17 de julio de 2010. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.