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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: June 19, 2010
Este es el 3º artículo de una serie de trece
Por Clifford M. Yeary
Director Asociado, Estudio Bíblico de Little Rock
Las novelas rusas de Tolstoy, Dostoyevsky y otros pueden ser muy buenas, pero muy largas de leer. Están tan llenas de personajes distintos, que a veces es difícil para el lector distinguirlos, o recordar quién es quién y qué hace en la historia. Para alguien que no ha estudiado mucho los evangelios, éstos también pueden presentar un desafío. ¿Quiénes y qué son los discípulos? ¿Son los mismos que los apóstoles? ¿Y qué hay de los Escribas y Fariseos? ¿Quiénes son los Saduceos?
Jesús era una figura controversial. Atraía a seguidores ardientes, pero también había muchos que estaban en contra suya. Sus opositores a menudo se identifican simplemente por su asociación con cierto grupo. Excepto los opositores políticos o religiosos claves, la mayoría de las personas que se nombran en los evangelios tienden a ser seguidores de Jesús.
Los primeros seguidores de Jesús se llaman discípulos, un nombre que se espera que hayamos mantenido vivo y que nos lo apropiemos como cristianos. Un grupo selecto de los discípulos de Jesús fueron nombrados sus apóstoles.
Un apóstol es alguien (uno de solamente doce) que Jesús escogió personalmente y envió con un mensaje especial: la Buena Noticia de que la venida del reino de Dios a los asuntos humanos estaba muy cercana (Mateo 10,1-11). Aunque sólo discípulos fueron escogidos para ser apóstoles, si un discípulo era un apóstol o no depende del evangelio que estés leyendo.
En Mateo, se llama apóstoles a los doce discípulos (Mateo 11,1). Mateo también limita el término “discípulo” a esos apóstoles, a quienes sólo llama apóstoles una vez (Mateo 10,2). En Lucas, sin embargo, hay por lo menos otros setenta que son considerados discípulos (Lucas 10,1) y para cuando Jesús hace su entrada triunfal en Jerusalén, se dice que tiene una multitud de discípulos (Lucas 19,37). Si los cristianos se consideran discípulos sin temor a ser confundidos con apóstoles, se lo debemos a Lucas.
Entre los líderes religiosos del tiempo de Jesús, los que se mencionan más frecuentemente son los escribas, los fariseos y los saduceos. Los escribas eran los expertos en Biblia de su tiempo. Su responsabilidad era interpretar la ley de Moisés (ver Mateo 23,2) y a menudo lo hacían escribiendo las opiniones de valor de sus predecesores y sopesando cuidadosamente sus opiniones sobre cualquier asunto discutible sobre la ley. Podría ser que su reputación de dar interpretaciones muy cuidadosas y matizadas los llevó a quedarse atónitos ante la autoridad directa con que enseñaba Jesús (Marcos 1,22).
Mientras que a menudo se refleja a los escribas como opositores de Jesús, había excepciones. En un momento dado, algunos escribas deben haber llevado consigo su experiencia con la Escritura al hacerse seguidores de Jesús. En Mateo Jesús proclama que “Todo escriba que ha sido instruido en el reino de los cielos es como la cabeza de un hogar que trae de su cosecha lo nuevo y lo antiguo”. Un escriba que creyera en Cristo, encontraría muchas cosas “nuevas” en la Escritura, que un escriba que rechazara a Jesús no podría ver.
Los escribas tendían a estar asociados con otro grupo, los fariseos, pero no todos los fariseos eran escribas, ni todos los escribas habrían sido fariseos. Los fariseos eran judíos que se esforzaban por alcanzar la santidad personal por medio de una adherencia estricta a la ley mosaica. Los escribas tenían serios problemas con que Jesús perdonara los pecados (Mateo 9,2-6) y los fariseos se escandalizaban de su tendencia a asociarse con pecadores públicos (Mateo 9,9-13).
Los sacerdotes del Templo, sus familias y seguidores tenían su propio grupo religioso, los saduceos, y tenían sus propios problemas con Jesús. Los fariseos y escribas interpretaban la ley de Moisés para la vida diaria en la sociedad y se debatían sobre cómo responder a la ocupación de Israel por parte de Roma. Los saduceos, sin embargo, habían llegado a un acuerdo con las autoridades romanas para que los dejaran llevar a cabo libremente sus deberes sacerdotales en el templo.
Los saduceos, a diferencia de los escribas y fariseos, no aceptaban los profetas o los Salmos como parte de la Escritura. Muchos judíos basaban su esperanza de un libertador político o mesías en esos escritos. Los saduceos aparentemente temían que los seguidores de Jesús llamaran la atención de las autoridades romanas si empezaban a aclamarle como Mesías—especialmente si los romanos entendían el deseo de un mesías como un clamor por la revolución. Los saduceos sabían que la respuesta romana sería brutal y su frágil acuerdo con ellos podría quebrarse fácilmente.
Los evangelios indican que todos estos grupos, incluyendo a uno de los discípulos de Jesús conspiraron para denunciar a Jesús como una seria amenaza a Roma, y fue el gobernador romano Poncio Pilato quien pronunció la sentencia de muerte por crucifixión.
Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 19 de junio de 2010. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.