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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: October 26, 2014
Este es el 6º artículo de una serie de doce
Por Clifford M. Yeary
Director Asociado, Estudio Bíblico de Little Rock
Cuando los científicos buscan signos de cualquier tipo de vida en mundos extraterrestre, normalmente lo primero que buscan es evidencia de agua. La vida según la conocemos en la tierra no sería posible sin agua. En la Biblia, el agua se asocia íntimamente tanto a la vida física como a la espiritual. La noción de "agua viva" tiene una importancia significativa en la Sagrada Escritura.
Así como se nombra la capacidad de moverse por sí mismo como componente clave de los organismos vivos, se podría decir del agua corriente, especialmente el agua de fuentes, corrientes y ríos, que es agua viva. En Jeremías las aguas vivas fluyen desde Dios: "Mi pueblo ha cometido dos males: me han olvidado a mí, la fuente de agua viva; se han cavado cisternas, cisternas rotas que no pueden mantener el agua" (2,13; ver también 17,13).
En el evangelio de Juan, cuando Jesús se encuentra con la mujer samaritana en el poco, le dice que él puede darle agua viva, agua de tal naturaleza que no tenga ya nunca sed (4,1-14). En otro lugar de Juan, Jesús ofrece a quienes vienen a él el don del Espíritu Santo, que describe como ríos de agua viva que fluyen de quienes creen en Él (7,38-39).
Es fácil aceptar agua corriente como metáfora apropiada para el Espíritu Santo y la nueva vida que se nos da en Cristo después de pensar en la importancia que tienen los ríos y las corrientes en toda la Biblia. De hecho, la Biblia comienza y termina con descripciones de agua corriente. Desde el Jardín del Edén brota un manantial que forma la fuente de los cuatro ríos que riegan la tierra: el Pishon, Gihon, Tigris y Éufrates (Génesis 2,6-10).
Al final, un río fluye del trono de Dios en la Nueva Jerusalén (que es el hogar de todos los que han sido redimidos por el Cordero de Dios). Este río nutre a los árboles cuya fronda sirve como fuente de sanación para todas las naciones de la tierra (Apocalipsis 22,1-2).
En Éxodo, la vida del recién nacido Moisés se salva irónicamente de la sentencia de muerte que el Faraón había decretado contra todos los recién nacidos varones (1,15-16) cuando la propia hija del Faraón lo salva del Nilo. Moisés había flotado corriente abajo hacia el palacio en un cesto impermeabilizado preparado por su madre (2,1-10). No será la última vez en la Biblia en que alguien sea conducido a una nueva vida a través de las aguas de un río.
Después de que los hijos de Israel hubieran pasado por las aguas del mar (Éxodo 14,10-22) y soportado 40 años de pruebas en el desierto, Josué los guiaría a la Tierra Prometida cruzando el Río Jordán desde el Este. Así como se dividieron las aguas del mar para Moisés y el pueblo en su huida de Egipto, las aguas del Jordán se separaron para que Josué y todo Israel entrara en Caná (Josué 3,1-17), la tierra que Dios había prometido a Abraham y su heredad (Génesis 13,12. 14-15).
En la versión de la New American Bible se menciona el Jordán más de 200 veces. Una de las referencias importantes es el relato del segundo libro de Reyes sobre Naamán, comandante del ejército del Rey de Aram, que había contraído lepra. Desesperado por encontrar una cura, escucha de una joven esclava hebrea que hay un profeta en Israel, Eliseo, que puede conseguirle la curación. Cuando Eliseo le dice que se sumerja siete veces en el Jordán, se siente humillado. Ciertamente, las aguas poderosas de su propia tierra serían más eficaces. Pero ante la insistencia de Eliseo, cede, y es curado (2 Reyes 5,1-19).
Pero hay otros ríos importantes que se mencionan en el Antiguo Testamento, aunque son ríos de dolor. El profeta Ezequiel, exiliado con el pueblo de Judá en Babilonia, tiene a orillas del Chebar una visión de la gloria de Dios, rodeada de querubines y girando como rueda en el cielo siguiendo al pueblo al exilio (Ezequiel 1,1-21).
Es en los ríos de Babilonia donde los exiliados de Judá cantarán una de sus canciones más tristes, que comienza diciendo: "A la orilla de los ríos de Babilonia nos sentábamos sollozando cuando recordábamos a Sión" (Salmo 137,1).
El Jordán, sin embargo, sigue siendo el río con más historias en la Biblia, hasta en el Nuevo Testamento. Son historias que para los cristianos culminan en el lugar en que Juan bautizó a Jesús (Mateo 3,13-17) y desde donde los primeros discípulos de Jesús empezaron a seguirle (Juan 1,35-37). Todos los católicos recuerdan las aguas del Jordán en el rito del Bautismo.
Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 21 de junio de 2014. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.