Sólo Dios calma el caos del mar

Publicado: July 26, 2014

Este es el 7º artículo de una serie de doce

Por Cackie Upchurch
Directora del Estudio Bíblico de Little Rock

"Al principio Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el abismo y el soplo de Dios aleteaba sobre las aguas …" Las palabras iniciales del Génesis nos introducen al Dios que entra en este abismo y separa las aguas de la tierra firme, el Dios que da orden y sentido a la creación.

Para los pueblos antiguos del Medio Oriente, los mares a menudo eran lugares que inspiraban temor, caóticos por su poder y tamaño, e indómitos. Las criaturas que vivían en esas aguas a veces asumían proporciones míticas, representando un continuo caos y peligro que solo una deidad ponderosa podría controlar.

El libro de Job describe dos de esas criaturas del agua, Behemoz y Leviatán, con todo detalle horripilante. "Sus huesos son tubos de bronce; sus miembros como barras de hierro" (Job 40,18). "Cuando se yergue tiemblan las olas; se retira el oleaje del mar" (Job 41,17). Al final, Job profesa su fe en el poder de Dios, así como lo hace el salmista cuando proclama: "Aplastaste las cabezas de Leviatán y se lo diste como alimento a las fieras del desierto" (Salmo 74,14).

Tal lenguaje es tan solo un modo de verbalizar el poder de Dios a favor de Israel y más tarde en las vidas de quienes pusieron su confianza en el hijo de Dios, Jesús. La lucha entre el caos y el orden, entre el temor y la confianza, se puede ver en algunas historias bíblicas que implican grandes cuerpos de agua.

Consideremos la escena crítica en que los hebreos Cruzan del caos de la esclavitud en Egipto a la libertad que Dios les ofrece en Caná (Éxodo 14,1-31). Los expertos siguen debatiendo la ruta de los hebreos cruzando el desierto de Sinaí, y especulan sobre si el mar que cruzaron a pie fue de verdad el Mar Rojo, o si fue otra área menos profunda más al norte, conocida como Mar de Juncos.

Para Israel no se trataba de ofrecer una lección de geografía, sino de profesar una convicción: sin un acto poderoso de Dios, nunca hubieran escapado y los ejércitos egipcios que los perseguían no habrían sido destruidos. El caos se tragó a sus enemigos, mientras que un paso seguro dio alegría al pueblo de Dios. No es de extrañar que esta escena sea una historia principal proclamada en nuestras parroquias en la Vigilia Pascual cuando damos testimonio del triunfo de Dios sobre el caos del pecado y la muerte.

Otro mar que juega un papel en la Escritura es el Mediterráneo, también conocido como Gran Mar (como en Números 34,6), que proporciona el borde occidental para la pequeña franja de tierra que conocemos como Israel. En tiempos antiguos, los filisteos ocupaban la tierra entre este mar y el Río Jordán. Los filisteos, enemigos ancestrales de Israel, eran conocidos por su uso del hierro, haciendo a sus armas superiores a las de bronce de Israel. El vencer a este pueblo del mar se entendía como un acto del poder de Dios (como en 1 Sam 17,1-54).

Dentro del propio Israel, el Mar de Galilea es una de las áreas más amadas y bellas de Israel. En tiempos del Antiguo Testamento, se conocía como Lago Genesaret, (Números 34,11; Josué 13,27), cuyo nombre se deriva de la palabra hebrea para harpa, como referencia a su forma. Localizado en el confín norte del Río Jordán, es una región fértil, adornada con pequeñas comunidades como Bethsaida, Cafarnaún, y Tiberia.

La region de Galilea era conocida por sus empresas de pescadores y es el lugar donde algunos de los primeros seguidores de Jesús dejaron sus redes. Muchas de las curaciones de Jesús tuvieron lugar aquí (como se describe en Mateo 4,23-25 y Marcos 3,7-12) así como el dar de comer a la multitud que se relata seis veces en los evangelios. Una colina en la costa septentrional es el lugar del Sermón de la Montaña en Mateo 5–7.

En la actualidad, a menudo los peregrinos toman un barco en el Mar de Galilea para poder meditar sobre la escena de los tres evangelios en que Jesús calma la tempestad (Marcos 4,35-41; Mateo 8,23-37; Lucas 8,22-25). De nuevo, el caos literal se calma, indicándonos la autoridad de Jesús para hablar sobre el abismo y restaurar el orden.

Durante el curso de la historia de la salvación, el pueblo de Dios experimenta una y otra vez las fuerzas ponderosas del caos en sus vidas. La Biblia sigue siendo un testamento del poder continuo de Dios para dominar esas fuerzas y transformar el caos en orden lleno de gracia.

Preguntas para la reflexión y discusión

  • Dadas nuestras propias experiencias con la fuerza de la naturaleza, ¿puedes comprender por qué los pueblos antiguos a menudo buscaban signos del poder de Dios en las respuestas de la naturaleza?
  • Después de que el ejército del faraón fuera tragado por el mar, el pueblo de Dios se regocija. ¿Qué emociones encuentras en el himno más largo de Moisés en Éxodo 15,1-8, y el breve refrán de Miriam en 15,19-21? ¿Qué te enseña esta escena sobre su experiencia temprana de Dios?
  • Pasa algún tiempo repasando el Sermón de la Montaña (Mateo 5–7) e imagínate entre la multitud reunida para escuchar a Jesús y mirando al Mar de Galilea tras Él. ¿Qué palabras encierran la autoridad divina que también ordenó la creación en un principio?
  • Lee las tres versiones de Jesús calmando el mar (Marcos 4,35-41; Mateo 8,23-37; Lucas 8,22-25). ¿Hay algún detalle que te llame la atención? ¿Cómo ha demostrado Jesús su poder sobre las aguas tormentosas que encuentras en tu vida?

 

Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 26 de julio de 2014. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.