María de Magdala sirve como testigo fiel

Publicado: June 16, 2012

Este es el 13º artículo de una serie de trece

Por Cackie Upchurch
Directora del Estudio Bíblico de Little Rock

María de Magdala ha causado una gran impresión en toda la historia de la salvación, pero quizá por razones incorrectas. Muchos asumen que era una prostituta de quien Jesús se hizo amigo y la redimió. Basado en la evidencia bíblica, sin embargo, solamente la última parte es verdad: Jesús la contó entre sus amigos y le ofreció la salvación.

El Papa Gregorio Magno y Martín Lutero la describieron como prostituta, basándose en una larga línea de predicadores, maestros y artistas que juntaron varios relatos del evangelio para crear la imagen incorrecta.

A veces se la confunde con la mujer que ungió la cabeza de Jesús en Marcos 14,3-9 o la pecadora de Lucas 7,36-50 que usó sus lágrimas y su cabello para ungir los pies de Jesús, o incluso la mujer de Juan 8,2-11, sorprendida en adulterio y arrastrada a la plaza pública para ser lapidada. Estos puntos de encuentro desafortunados indican la importancia de investigar los relatos bíblicos más cuidadosamente.

"María, llamada Magdalena" es ciertamente librada de siete demonios (Lucas 8,2), pero en ningún sitio de la Biblia se indica una conexión entre el pecado sexual y la posesión demoníaca. Si acaso, los demonios se asociaban más frecuentemente con condiciones que hoy día entrarían en la categoría de enfermedad mental o condiciones neurológicas que no hallaban explicación en el mundo antiguo.

En la Escritura, María es de Magdala, una aldea de pescadores en la costa oeste del Mar de Galilea, también conocido como Lago de Genesaret, o el Mar de Tiberíades. María estaba entre las fieles mujeres de Galilea que acompañaron a Jesús en su camino por Jerusalén, ayudándole, cuidándole e incluso permaneciendo presentes en la crucifixión y al lado de la tumba (Lucas 8,1; 23,55-56; Mateo 27,56-66; Marcos 15,33-47; 16,1).

En todos los evangelios se identifica a María de Magdala como testigo de los últimos acontecimientos de la vida de Jesús. Está entre los primeros testigos de la tumba vacía (Marcos 16,1-8; Lucas 24,1-12) y es la primera que tiene la experiencia de Cristo resucitado. (Mateo 28,1-10; Marcos 16,9-11; Juan 20,11-18).

Uno de los encuentros de resurrección más emotivos se encuentra en Juan 20:11-18, donde María está destrozada de dolor, sollozando al lado de la tumba. Cuando dos ángeles le preguntan por qué llora, dice, "Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto." Había hecho una inversión personal en él y quería que regresara.

Podemos imaginarnos la confusión, ira, y dolor profundo, y luego a Jesús mismo ahí de pie, todavía no reconocido en su condición resucitada, y confundido con un jardinero que quizá haya movido el cuerpo de sitio. Sólo cuando Jesús dice su nombre, "¡María!," ella lo reconoce.

Es un eco precioso de una historia de Jesús que se encuentra en Juan 10,1-18. En esta historia, Jesús utiliza una imagen pastoral de un pastor y su rebaño para enseñar a su audiencia que él deseaba una relación íntima con ellos. Jesús describe al pastor que conduce a su rebaño, caminando delante y llamándolo por sus nombres. Dice que las ovejas lo siguen, "porque reconocen su voz." Y entonces se describe a sí mismo como buen pastor que conoce a sus ovejas tan bien, que ellas reconocen su voz.

María reconoció la voz de Jesús y en ese reconocimiento, ella también debe haber recordado todo lo que él era para ella y todo lo que había hecho por ella. Ella se aferró a él, sin duda queriendo que se quedara con ella, queriendo que siguiera diciendo su nombre y los nombres de los que servían con él. Ciertamente querría aferrarse a lo que era familiar y manejable.

Al decirle a María que lo dejara ir, Jesús la invita a un mayor nivel de confianza que no depende de su presencia física. De hecho, esta confianza profundizada seguramente la lanzará a ella y a la primera iglesia a experiencias inesperadas en que la presencia de Jesús tomará nueva forma entre ellos.

Sólo al dejarlo ir podría María cumplir la misión confiada por Jesús: "Ve a mis hermanos y diles que voy a mi Padre y el Padre de ustedes, mi Dios y su Dio." No sorprende que en las Iglesias orientales hablen de María como "apóstol de los apóstoles," ya que apóstol es el enviado.

María vino a Jesús como persona en los márgenes (como eran los enfermos o poseídos marginalizados) y ahora María deja a Jesús como alguien que conoce al Señor y a quien se le da un papel de importancia en la comunidad.

Preguntas para la discusión y reflexión
  • ¿Por qué es importante tener toda la información necesaria para formar una impresión de otra persona? (Tanto si es un personaje de la Escritura o alguien con quien nos encontramos en la vida diaria.)
  • Lee alguno de los pasajes de la Escritura que describen a las mujeres de Galilea que acompañaban a Jesús. ¿Qué sacrificios te imaginas que harían, y qué gracias podrían haber recibido?
  • ¿Qué experiencias de desprendimiento te ayudan a entender la situación de María en el huerto después de la resurrección?
  • ¿Cómo puede ser que el identificar incorrectamente a María Magdalena como prostituta nos impida reconocer plenamente su papel en la historia de la salvación?

 

Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 16 de junio de 2012. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.