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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: March 22, 2014
Este es el 3º artículo de una serie de doce
Por Cackie Upchurch
Directora del Estudio Bíblico de Little Rock
Según el primer capítulo del libro del Génesis, el primer acto creador de Dios fue poner orden en el caos, asignar un lugar a cada cosa y luego llenar esos espacios. En el segundo capítulo del Génesis encontramos otro relato de la creación: "El Señor Dios plantó un jardín en el Edén …"
A los jardineros de todo el mundo les gustará ver que ambas historias de creación reflejan a Dios preparado para trabajar la tierra. Este primer escenario de jardín es tan idílico que se dice que Dios "paseaba por el jardín a la brisa de la tarde" (Génesis 3,8).
Pero en la Escritura, el jardín no es solamente el lugar apacible que aparece en los primeros capítulos del Génesis. También es un lugar utilizado para mostrar el juicio divino por el pecado y las luchas angustiosas de las vicisitudes de la vida.
Por ejemplo, los profetas reflejaron la condición de la vida moral de Israel trazado imágenes de cosechas arruinadas, viñas y árboles frutales podridos y tierras áridas donde antes existía una vegetación frondosa (ver Isaías 32,10-13; Jeremías 12,10). El jardín es lo que Israel había devuelto a su caos original como resultado del rechazo del pueblo de Dios a la alianza divina y a su llamada a un amor, misericordia, justicia y humildad radicales.
Una vez que Israel regresó a Dios, buscando su perdón y practicando la justicia, el jardín fue restaurado como lugar de renovación (ver Isaías 58,10-11; Jeremías 31,12; Oseas 14,5-8). Las plantas en flor y las colinas fertilizadas revelarán la restauración de la alianza de Dios entre el pueblo.
Incluso se habla del propio pueblo de Dios con imágenes que recuerdan al jardín frondoso, como en este pasaje de Isaías 27,6: "Jacob se arraigará, Israel florecerá y cubrirá toda la tierra de fruto."
¿Cómo nos hablan estas imágenes aún hoy? ¿Qué tiene la imagen de un jardín que habla al corazón humano y puede tener un significado espiritual tan profundo, como para que los jardines y tierras cultivadas aparezcan a lo largo de toda la Escritura?
Bien ordenado y regado, el jardín puede simbolizar la abundancia que Dios ofrece a los seres humanos, el callado cuidado que pude dar fruto en nuestras vidas y en el mundo de nuestro alrededor y la esperanza de que lo que está enterrado en la muerte puede producir una gran belleza.
Esta última esperanza frente a la muerte es lo que llega al corazón y la mente en las escenas en los cuatro evangelios que encuentran a Jesús y algunos de sus seguidores en el huerto de Getsemaní (ver Mateo 26,36ss; Lucas 22,39ss; Juan 18,1ss). También conocido como Huerto de los Olivos, este jardín es donde Jesús luchó con su inminente arresto y crucifixión, donde se enfrentó a quien le traicionó, y de donde por fin fue conducido por quienes no lo entendían y se sentían amenazados por él.
La angustia que presenciamos recuerda el caos original en el momento de la creación. La Palabra que habló Dios para dar orden a la creación se ha hecho carne y ahora está en el camino que lleva a la crucifixión. Es en el huerto donde clamó a su Padre y donde "su sudor cayó como gotas de sangre hasta la tierra" (Lucas 22,44).
En estas horas finales de su vida, Jesús encarnó lo que trataba de enseñar a sus seguidores: que la nueva vida sólo puede venir por la muerte. Como el grano de trigo que cae a la tierra y muere y entonces produce mucho fruto, (Juan 12,24-25), la muerte de Jesús no es la palabra final.
La última palabra es la resurrección. La última palabra es la proclamación de la vida abundante que simboliza el jardín. En el Evangelio de Juan, el Señor resucitado se aparece a María que, irónicamente, al principio cree que es el jardinero que cuida las tumbas (Juan 20,15).
Se podría casi decir que hemos dado una vuelta completa, comenzando con el Creador que planta un jardín en el Edén y ahora vemos que una nueva creación comienza en una tumba de un jardín. Incluso el libro final de nuestra Biblia habla del cielo nuevo y la tierra nueva describiendo en Apocalipsis 22, un río de agua viva que fluye desde el trono de Dios con un árbol frutal de vida a cada lado.
El espíritu humano, diseñado por al Jardinero Principal, se siente atraído por la belleza y abundancia y desea la vida por encima de la muerte. Los jardines y campos fértiles de la Escritura nos recuerdan que cultivemos las semillas de nueva vida.
Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 22 de marzo de 2014. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.