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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: May 8, 2010
Este es el 2º artículo de una serie de trece
Por Cackie Upchurch
Directora del Estudio Bíblico de Little Rock
Si abrimos nuestro Nuevo Testamento esperando encontrar una biografía definitiva sobre Jesús de Nazaret, nos vamos a sentir desilusionados. Por otra parte, si abrimos esas páginas esperando encontrarnos con Jesús de una manera que nos puede transformar, entonces habremos llegado con la expectativa correcta.
Un evangelio es una forma literaria única. Su objetivo es anunciar, introducir, persuadir, instruir, llamar al arrepentimiento y, en último término, llamar al lector y oyente a la conversión. Un relato sencillo y objetivo de los acontecimientos nunca tendría tal fuerza. Cada uno de los escritores es un evangelista que comparte la Buena Noticia de Jesús.
¿Quién es este Jesús con quien nos encontramos en los evangelios? ¿Es el hijo amado de Dios? ¿Es el Mesías esperado? ¿Es un rabino eficiente? ¿Es Jesús, el Salvador del mundo? ¿Es la vid verdadera, la imagen del Dios invisible, el pan de vida? Sí: Jesús es todo eso y más. No hay título, ni imagen, ni comparación, ni metáfora que pueda describir adecuadamente a Jesús en esencia, o quién es para cada uno de nosotros.
Muchos expertos y predicadores han escrito sobre los distintos retratos de Jesús que encontramos en cada uno de los cuatro evangelios en nuestra Biblia. Por ejemplo, tenemos las obras (en inglés) de Donald Senior, CP, Daniel Harrington, SJ, p N.T. Wright, por decir algunos. Sus obras demuestran que cada evangelista dibujó la imagen de Jesús mirando a su vida y ministerio desde un ángulo ligeramente distinto.
En el evangelio según Marcos, la pregunta “¿Quién es Jesús?” recibe una respuesta en el primer versículo que leemos al principio del “evangelio de Jesús, el Hijo de Dios.” El significado de esto se va desvelando a medida que el evangelista también se centra en lo que significa seguirle: “Quien quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (9,34).
En los escritos de Marcos, Jesús no es un rey triunfador que reina desde arriba. Más bien, es el Hijo de Dios ungido (Cristo, el Mesías), que debe sufrir. Marcos se centra en la plena humanidad de Jesús y nos invita a hacer lo mismo. El sufrimiento de sus seguidores puede ser significativo en tanto en cuanto está ligado a llevar la cruz como lo hizo el propio Jesús por las calles de Jerusalén.
En lo que algunos considerarían un fuerte contraste, el evangelio según Juan nos introduce al Jesús divino, la Palabra de Dios hecha carne (1,14). En este relato, Jesús aparece plenamente en control de los acontecimientos que le rodean y plenamente capaz de asumir la identidad del gran YO SOY, que se revela en el Sinaí. Juan utiliza las imágenes que se han convertido en las más familiares para identificar a Jesús y las pone en sus propios labios. Jesús dice: “Yo soy”…la luz del mundo, el cordero de Dios, el camino, la verdad y la vida, el pan de vida, y el buen pastor.
En el evangelio según Mateo, Jesús está reflejado como el cumplimiento de las Escrituras judías, el Mesías esperado que se sitúa en la intersección de la historia de salvación. Como Mesías respetado, se le muestra enseñando con autoridad y creatividad. El relato de Mateo contiene cinco grandes enseñanzas: el Sermón del Monte (caps 5-7), las instrucciones para la misión (cap 10), el gran sermón en parábolas (cap 13), las instrucciones para vivir como iglesia (cap 18) y un discurso final sobre el final de los tiempos (caps 24-25).
Quizá lo que sea más importante en Mateo es que Jesús es Emanuel (Dios con nosotros). Este título se introduce en el nacimiento de Jesús (1,23) y se repite al final del evangelio cuando el Jesús resucitado envía a sus seguidores y promete estar con ellos hasta el fin de los tiempos (28,20).
Jesús, el Salvador que perdona, cuya misericordia y compasión sale al encuentro de los marginados es el centro del Evangelio según Lucas. En este relato, el énfasis recae sobre la manera inclusiva de Jesús, su atractivo para hombres y mujeres, ricos y pobres, judíos y gentiles. Jesús es el compañero fiel que irradia e inspira compasión, un hombre cuyo contacto es tan poderoso como sus palabras.
Claramente, estos retratos se solapan y lo que surge es una experiencia de Jesús que es más que la suma de sus partes. En nuestra propia lectura orante de los evangelios a veces nos sentimos atraídos por algunos aspectos particulares y otras veces por otros. Otras veces podríamos necesitar el desafío de una imagen que nos llama a una relación más profunda con el Señor y a una nueva dirección como discípulos suyos.
Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 8 de mayo de 2010. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.