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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: August 11, 2018
Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Iglesia de Catedral de San Andrés de Little Rock el sábado, 11 de agosto de 2018. Está basada en las lecturas para el 18ª Semana, Tiempo Ordinario, Ciclo II.
Tal vez algunos de ustedes sepan que estoy en la Junta Directiva de la Catholic Extension Society, la cual promueve el trabajo de la Iglesia en las diócesis de misión en los Estados Unidos. Muchas de nuestras Iglesias en Arkansas han recibido subvenciones de Catholic Extension para construir nuevos edificios y becas para financiar el ministerio en partes de nuestra diócesis, por ejemplo el ministerio Hispano en varias zonas de Arkansas.
Cada dos años hay una conferencia con los obispos de estas diócesis de misión y en el 2012 uno de los oradores principales fue el Mons. Friend. Su tema trató sobre las vocaciones y él desarrolló su presentación en torno a estas tres cosas: Creer, Ser y Pertenecer. Después él añadió una más: Amar.
Su tema fue estupendo y el mensaje central fue que para contar con vocaciones, es preciso creer. Y hasta hace 15 años prevalecía una actitud pesimista con respecto a vocaciones — habíamos dejado de creer. A menos de que creas realmente, no tendrás una base sólida sobre la cual construir. Después el describió lo que hacemos aquí en Arkansas.
Quiero que sepan que entiendo los temores que algunos de ustedes sientan al ver que su hijo hace algo contracultural. Ellos caminan por la fe. ¡Espero que se sientan inspirados por ellos!
Creemos en un Dios providente, un Dios que nos pide dejar a un lado nuestros temores y que caminemos con fe. Un Dios quien, en las palabras del Evangelio de hoy, puede mover montañas si tan sólo tenemos fe del tamaño de un granito de mostaza.
Mons. Friend sabe de lo que está hablando y yo también. Yo ingresé al seminario en la década después del Vaticano II, justo cuando muchos sacerdotes estaban dejando el ministerio — Oklahoma perdió 1/3 de sus sacerdotes y teníamos muy pocos seminaristas.
Yo nadaba contra la corriente y había miembros de mi familia que no apoyaron mi respuesta a la llamada de Dios. Temían por mí. Mi madre conocía a algunos sacerdotes que no eran felices y ella temía que yo no fuera feliz. Ella quería que yo fuera doctor. Le dije: “Bueno, mamá, ¿alguna vez has conocido a alguien que esté casado y que no sea feliz?”
Mi abuelita, quien creció en la pobreza, quería asegurarse de que yo no ingresara a una orden religiosa donde tendría que hacer un voto te pobreza. Le dije que no, pero añadí: “¿alguna vez has conocido a un Franciscano a quien le haya faltado comida?” Uno de mis hermanos temía que mi presencia en el seminario lo haría parecer menos buena onda. Le dije: “Si tienes un problema con tu vida social, no soy yo”. Etcétera.
La cultura se estaba convirtiendo más secular y materialista y en 1974 la revolución sexual estaba en todo su apogeo. Yo nadaba contra la corriente. Cuando fui ordenado en 1980 alguien dijo que así como iban las cosas, en mi 25º aniversario la cifra de sacerdotes activos en la diócesis sería menos de 10.
Pero ignoré todo esto porque creí — y mi confianza fue reforzada durante el verano que pasé como diácono en Kenia. La parroquia donde serví contaba con 40,000 católicos y sólo 2 sacerdotes … y 85% de las personas asistían a Misa cada fin de semana, muchas en una de las 32 capillas dirigidas por un catequista que veía a un sacerdote si acaso una vez cada seis semanas.
Esa experiencia me liberó de todos mis temores. Pensé, si ellos pueden vivir su fe plenamente bajo esas circunstancias adversas, seguramente el Señor nos acompañaría a través de cualquier circunstancia que enfrentáramos. Nosotros no teníamos 85% de nuestra gente en Misa y teníamos muchos más sacerdotes. Si ellos tenían fe y podían mover montañas, nosotros también.
Esta es nuestra Misa anual con los Seminaristas y sus familias. Quiero que sepan que entiendo los temores que algunos de ustedes sientan al ver que su hijo hace algo contracultural. Ellos caminan por la fe. ¡Espero que se sientan inspirados por ellos!
Ellos hacen algo excepcional y a veces encuentran incomprensión. A veces incluso de miembros de sus propias familias. Espero que reconozcan su valentía. El nadar contra la corriente los fortalecerá en el Señor.
Cuando ya todo estaba hecho y mi familia comenzaba a ver cuán feliz estaba yo, cada uno de los miembros de mi familia que mencioné encontró la manera de superar sus temores, y cuando llegó el momento de mi ordenación conté con el gran apoyo de todos ellos que continúa hasta el día de hoy. ¡Todo lo que se necesita es tener fe del tamaño de una semilla de mostaza!