Lunes, 18ª Semana, Tiempo Ordinario, Ciclo I

Publicado: August 3, 2015

Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Monasterio Carmelita de Little Rock durante una Misa con seminaristas el lunes 3 de agosto de 2015.


Obispo Taylor

En el Evangelio de hoy tenemos la historia de Jesús alimentando a 5,000. El domingo de la semana pasada tuvimos la versión de Juan, de la cual hablé en la celebración de vocaciones en Hot Springs y en la convención carismática. Hoy tenemos la versión de Mateo sobre el mismo milagro. Ya que éste es un evento vocacional también, quisiera compartir ese mismo mensaje con ustedes hoy.

Cuando eran bebés, eran totalmente dependientes y aun así se satisfacían sus necesidades. La razón es la divina providencia. Dios nos dio a nuestros padres, y especialmente una madre, para proveer para nosotros. Y ellos proveyeron no solo por deber o por lástima porque éramos tan indefensos, sino más bien por amor. Aprendimos a confiar que nuestra madre proveería leche y calor y alivio de un pañal sucio.

Experimentamos la divina providencia sin siquiera pensar en ello; era el mundo que conocíamos … y naturalmente se empiezan a tomar las cosas por hecho. Parte del proceso de madurar incluye el separarnos directamente de nuestros padres, lo cual si se maneja mal puede hacer que nos olvidemos de Dios también. ¿Se han dado cuenta que el rebelarse en contra de los padres y el rebelarse en contra de Dios a menudo van de la mano?

Dios se encargará de proveer para nuestras necesidades. ¡Y no solo las necesidades materiales, sino nuestras necesidades humanas también!

Cuando, al madurar, las personas se olvidan de la divina providencia, fácilmente pueden comenzar a imaginar que todo depende de ellos ahora … que sus éxitos y fracasos, como el mundo juzga tales cosas, dependen de ellos, que tenemos que proveer para nosotros mismos en todo momento … y terminan olvidándose de nuestra dependencia continua en Dios y en los demás para encontrar significado y propósito y todas las cosas que son más importantes en la vida.

En el Evangelio de hoy Jesús alimenta a 5,000 personas con tan solo cinco panes y dos pescados, y cuando todos comieron hasta saciarse, se llenaron 12 canastos con los pedazos que habían sobrado.

Dios no solo proporcionó, él proporcionó más de lo necesario. En la versión de Juan encontramos que él hizo esto usando la contribución del dueño de los panes y los pescados, un muchacho que con aparente imprudencia renunció a la certeza de poder proveer una buena cena para sí mismo, para poder hacer lo posible y satisfacer las necesidades de los demás. Él confió en Jesús, que si él hacía lo que Jesús le pedía, Dios se encargaría de proveer para sus necesidades.

Este año es el Año de la Vida Consagrada, el cual tiene un significado personal para mí porque cuando era niño, nuestra escuela parroquial era administrada por las Hermanas de la Divina Providencia de San Antonio. Eran mujeres maravillosas y a través de ellas Dios me proporcionó una excelente educación arraigada en nuestra fe católica.

Como podrán recordar, en el mensaje grabado de CASA de este año me enfoqué en la necesidad de promover las vocaciones a la vida religiosa y en particular las vocaciones de mujeres a la vida religiosa, porque comparado con las de los hombres, las vocaciones de mujeres aún están quedándose atrás. Y vemos en nuestras hermanas Carmelitas que rezan por nosotros cada día, cuán importante son las vocaciones de mujeres a la vida religiosa en la vida de la Iglesia hoy.

Hermanas, ¡quiero que sepan cuánto las amamos y les agradecemos por darse a sí mismas al Señor, a la Iglesia y a nosotros! Rezo por ustedes cada día y agradezco que el Señor las esté bendiciendo ahora con vocaciones nuevamente.

Pienso que todos nosotros los que estamos reunidos aquí hoy estaremos de acuerdo en que una de las cosas que marca nuestro éxito en atraer a seminaristas es que los hombres jóvenes están comenzando a creer de nuevo, no solo creen en las palabras del credo intelectualmente, sino más bien creen a un nivel mucho más personal, creen en la divina providencia, que si caminamos con fe, Dios usará mis cinco panes y dos pescados para alimentar a miles.

Que si yo con aparente imprudencia renuncio a las cosas que el mundo dice que son necesarias para la felicidad para poder vivir por algo mayor que yo mismo … que si hacemos lo que Jesús nos pide, Dios se encargará de proveer para nuestras necesidades. ¡Y no solo las necesidades materiales, sino nuestras necesidades humanas también!

Ustedes están descubriendo lo que yo he vivido a lo largo de estos 35 años de mi sacerdocio hasta la fecha, de que Dios no solo provee, sino que provee más, mucho más de lo necesario … ¡12 canastos extras! Así que les pregunto hoy, ¿confían ustedes en Dios lo suficiente para renunciar a sus 5 panes y 2 pescados? ¿Le darán todo a Dios? ¿Apuestan todo?