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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: July 13, 2017
Este es el 6º artículo de una serie de diez.
Por Cackie Upchurch
Directora del Estudio Bíblico de Little Rock
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.” — Mateo 5,7
En el Evangelio de Mateo Jesús dos veces regaña a los líderes de los fariseos y les advierte que “vayan y aprendan el significado de las palabras: ´es misericordia lo que deseo y no sacrificio´.” En ambos casos, Jesús utiliza una cita de Oseas 6,6 sobre la misericordia y el sacrificio para invitar a los fariseos y a todos sus oyentes a reorientar su vida, a enfocarse en lo que es verdaderamente importante en lugar de en las envolturas externas de las costumbres y rituales religiosos.
En el primer caso, Mateo 9,9-13, Jesús y sus discípulos están a la mesa con los “recaudadores de impuestos y pecadores” en casa de Mateo. Tales males compañías hacen que los fariseos cuestionen la discreción de Jesús. En una cultura que valora el honor y la reputación, a Jesús se le juzgaría por sus compañías. Rápidamente él asegura a los líderes religiosos que prefiere la compañía de los enfermos que necesitan médico. En definitiva, está diciendo que la Misericordia del perdón es esencial.
En el segundo caso, Mateo 12,1-8, los hambrientos discípulos de Jesús están recogiendo grano en sábado y, de nuevo, los fariseos aprovechan la oportunidad de cuestionar su juicio y sabiduría. Como líder, ¿cómo es que Jesús permitía a sus discípulos quebrar las leyes del sabbat? Jesús ofrece una lección de historia sobre el Rey David y sus hombres que rompieron una ley religiosa similar, proporcionando otra oportunidad más de reorientación, dirigiendo a los fariseos a apartarse del legalismo a favor de la misericordia de responder a la necesidad humana.
El Evangelio de Mateo se apoya mucho en referencias y alusiones al Antiguo Testamento. Honra la alianza primera entre Dios y el pueblo escogido como suyo propio y muestra que el mismo Jesús es el cumplimiento de esa alianza. Esta alianza, hecha en el desierto de Sinaí, reveló al Dios que era su liberador.
Al renovar la alianza, Dios se identificó de este modo: “El Señor, el Señor, Dios de gracia y misericordia, lento a la ira y rico en piedad y fidelidad.”.(Ex 34,6). La naturaleza misma de Dios es la misericordia, y a causa de la relación de la alianza, el pueblo de Dios debe ser misericordioso a su vez.
No es de extrañar que más tarde los fariseos reciban críticas por su atención a los pequeños detalles de la ley tales como “pagar diezmos de menta, hierbas y comino” mientras que no prestaban atención a las cosas más importantes, como “el juicio, la misericordia y la fidelidad.” El ministerio de Jesús y de hecho, su propia identidad, deja claro que la misericordia es la revelación del mismo ser de Dios.
En el libro, "El nombre de Dios es Misericordia," el Papa Francisco dice que la misericordia es la “cédula de identidad de Dios”; es la “más fundamental naturaleza de Dios”; es la “actitud divina que abraza.” Así que la misericordia de Dios siempre se mueve al abraza, siempre pasa de la actitud a la acción, de la teoría a la relación. Nuestras vidas deben reflejar ese mismo movimiento.
La bienaventuranza que encontramos en Mateo 5,7 bendice a los misericordiosos y promete que alcanzarán misericordia. Ser misericordioso exige acción: el dar un cuidado compasivo a quien lo necesita, perdón a quien ha hecho el mal, una bondad amorosa a quien está solo, corrección a quien está perdido, fidelidad a quien se siente alienado, paciencia a quien está ansioso y molesto.
La misericordia no es un concepto vago o abstracto, algo que exista en principio, pero no en la realidad. Toma muchas formas y cada una de ellas se ejercita en el contexto de las relaciones. A través de los evangelios, Jesús nos da preciosos ejemplos de esto. Sana a los ciegos y a los cojos no solamente para restaurar su salud, sino para reintegrarlos a la aceptación de la comunidad.
Jesús presta atención a quienes están cerca de él, de manera que siente que la mujer ha tocado su túnica y le ofrece sanación (Mateo 9,20-22), ve y habla honrada y amorosamente con la samaritana que llega al pozo en medio del calor del día (Juan 4,4-26), se da cuenta de dónde está el recaudador de impuestos Zaqueo y decide cenar con él (Lucas 19,1-10), invita al ciego Bartimeo a expresar sus (Marcos 10,46-52), y anima a quienes están ansiosos asegurándoles del cuidado amoroso de Dios (Mateo 6,25-34). Jesús no solo siente piedad; le mueve la piedad, le mueve la compasión, le mueve la misericordia.
Si nos vamos a sentir movidos a actuar misericordiosamente, como Jesús, no tenemos que mirar más allá que a las relaciones que ya existen en nuestras vidas. El actuar con misericordia ahí, abrirá nuevas posibilidades en otros lugares. Las relaciones son el lugar en que se planta y se cosecha la misericordia.
Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 15 de julio de 2017. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.