2º Domingo de Adviento, Año A

Publicado: December 4, 2016

Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía durante una Misa para celebrar el 40º aniversario de la ordenación sacerdotal de Mons. David LeSieur en la Iglesia de San Vicente de Paul en Rogers el sábado, 4 de diciembre, 2016.


Obispo Taylor

Pasé el verano antes de entrar en el seminario trabajando en la sala de prensa del diario de mi pueblo, la Ponca City News, tiempo durante el cual aún utilizaban máquinas de linotipo. Mi trabajo era reunir todos los plomos utilizados durante el día, derretirlos en una caldera enorme, quemar la estera que se había pegado al metal, eliminar los residuos, y luego hacer barras de plomo derritiendo el plomo fresco purificado en los moldes.

Estas barras se llamaron "pigs" (cochinos) aunque el metal ahora estaba limpio, purificado por el fuego. Yo por lo contrario, me encontraba demasiado sucio. Cuando llegaba a casa, lo primero que hacía era bañarme. El agua puede limpiar la superficie de las cosas, pero el fuego puede ir debajo de la superficie para purificar toda la sustancia de metal, tanto por dentro como por fuera. Limpio no es lo mismo que puro. Tú puedes bañarte y aún estar sucio por dentro.

En el Evangelio de hoy Juan el Bautista bautiza — limpia — con agua. La gente confesaba voluntariamente sus pecados y luego Juan simbólicamente los limpiaba de sus pecados en el agua del Río Jordán. Pero al hacer esto, él les advertía que deberían tener verdaderamente el firme propósito de enmendar. Esta limpieza exterior debe ir acompañada por la purificación interna para que signifique algo.

Pero Jesús hizo más que sólo resignarse a lo inevitable, él abrazó su cruz con amor y nosotros debemos abrazar nuestras cruces con amor también.

Después de Juan vendrá Jesús cuyo bautismo purificará — no sólo limpiará, sino que purificará — con fuego y su purificación será involuntaria. El Evangelio de hoy dice que Jesús pondrá a prueba nuestro temple, purificará los elementos de nuestro ser, quemará los vicios que aún se adhieren a nosotros, separará la basura y luego nos moldeará a quienes hemos sido puestos a prueba y nos purificará formándonos en lo que Él quiere que seamos.

El resultado es que aquellos que aún tienen suficiente temple en ellos para ser re-transformados se convertirán en santos a través del bautismo purificante completo del fuego de Jesús. Una vez que somos purificados completamente, tomamos nuestro lugar en el Reino de Dios, compartiendo plenamente en los frutos de la victoria de Jesús.

Sin embargo, aquellos cuyas vidas son en su mayoría basura simplemente serán separados y desechados para que pasen una eternidad separados de Dios, para siempre, privados de la entrada al Reino de Dios. Como Jesús dice en el Evangelio de hoy: “quemará la paja en un fuego que no se extingue”.

Hoy celebramos el 40º aniversario de ordenación sacerdotal del Mons. LeSieur y es irónico que tengamos esta lectura del Evangelio en su aniversario porque a diferencia de Juan el Bautista quien según todos era un solitario feroz y mal vestido con un mensaje áspero, Mons. LeSieur es uno de los sacerdotes más amables, más bondadosos, más competentes y sumamente respetado que tenemos sirviendo en Arkansas.

Donde Juan el Bautista era una figura profética, divisiva intransigente, Mons. LeSieur ha aspirado a lo largo de su sacerdocio a ser un buen pastor para el rebaño que se le ha confiado a su cuidado, construyendo puentes de comprensión y compasión. Para poder servirles fielmente, él algunas veces ha tenido que tomar el rol profético — hablando palabras firmes, aunque en su caso siempre lo ha hecho con bondad — pero más exigentes son todas aquellas otras cosas que consumen el tiempo y la energía de un párroco.

Escucha sus confesiones por medio de las cuales, de acuerdo con el Evangelio de hoy, ustedes son purificados de sus pecados. Visita a los enfermos, administra la parroquia y la escuela, prepara parejas para el matrimonio, prepara homilías, responde a llamadas de emergencia en la madrugada, celebra bautismos y bodas y funerales, trata con asuntos personales, representa a la Iglesia en asuntos cívicos y ecuménicos en la comunidad, enseña acerca de la fe en RICA y en las clases de educación para adultos, orienta a sacerdotes jóvenes y a sacerdotes misioneros asignados a su parroquia, y eso es sólo en su parroquia.

Él también es Decano de su decanato, Ministro para Sacerdotes, sirve en la Junta del Bienestar del Clero, en la Junta del Personal del Clero, en el Consejo Presbiteral, en el Colegio de Consultores y probablemente en otras cosas que he olvidado. En otras palabras, él “se ha entregado totalmente” y ha servido al Señor fielmente por 40 años. ¡De hecho, podemos decir que 52 años si contamos su tiempo en el seminario! ¡Él ingresó al seminario menor cuando estaba en el 9º grado y nunca ha mirado hacia atrás!

Así que en este 2º Domingo de Adviento le agradecemos a Dios por Mons. LeSieur y oramos por él. Y de acuerdo con el Evangelio de hoy, recordamos cómo uno de sus papeles más importantes como su párroco es acompañarlos a través de experiencias desafiantes y ultimadamente purificantes que han tenido que enfrentar a medida que el Señor los pone a prueba y los transforma en los santos que él desea que ustedes se conviertan.

Ninguno de nosotros elegiría libremente las adversidades que se presentan en nuestro camino e incluso Jesús temía tomar su cruz. Pero Jesús hizo más que sólo resignarse a lo inevitable, él abrazó su cruz con amor y nosotros debemos abrazar nuestras cruces con amor también. Si esa cruz es lo que el Padre desea para nosotros, entonces tenemos que orar para aprender a amarla.

¡Eso es lo que Mons. LeSieur hace con algunos de los desafíos que enfrenta al servirles!  Al abrazar su cruz con amor, Jesús también nos abraza con amor, a nosotros que hemos sido redimidos por ese bautismo purificante de fuego completo que Jesús soportó y luego encendió para nosotros en el Calvario.