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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: October 12, 2013
Este es el 13º artículo de una serie de catorce
Por Cackie Upchurch
Directora del Estudio Bíblico de Little Rock
"La mayor parte de la Biblia nos habla, pero los salmos hablan por nosotros." Estas palabras de Atanasio, el obispo de Alejandría en el siglo IV, nos ofrecen una intuición que podría ser útil ahora que ya nos vamos acercando al final del Año de la Fe.
Parte de nuestra vida de fe es el contenido de nuestras creencias y doctrinas, la celebración de los sacramentos y las enseñanzas de nuestra tradición bíblica. Necesitamos que la Palabra de Dios nos hable, nos forme y nos modele. Sin embargo, el fundamento de toda expresión de fe es la relación que Dios comparte con nosotros, la relación que nos invita a hablarle a Dios tanto como amigo íntimo como como señor divino del universo. No hay mejor lugar para ser formados en el arte de una conversación orante que la escuela de oración que encontramos en los salmos.
Primera lección: Los salmos eran el libro de oración del antiguo Israel y de Jesús y sus seguidores más cercanos. Siguen siendo un libro de oración para la iglesia a lo largo de los siglos y por todas las culturas del mundo. Hay algo que suena a verdad sobre la condición humana y la naturaleza de Dios que los hace intemporales y relevantes.
Segunda lección: Los salmos nos recuerdan la necesidad de alabanza y adoración, simplemente por la alegría de estar en la presencia de Dios que crea y sostiene el universo, y al mismo tiempo se toma la molestia de cuidar de cada uno de nosotros. No tenemos que pedir nada, o explicarnos a nosotros mismos o nuestras preocupaciones, sino simplemente admirarnos de la bondad de Dios y eso es orar.
Tercera lección: La oración nos exige honradez y vulnerabilidad. Aquéllos de nosotros que tenemos miedo de revelar nuestras emociones más oscuras, como la ansiedad o el sentido de venganza, nos podemos quedar tranquilos de que no hay nada nuevo bajo el sol. Si los salmos sirven de muestra, Dios ha escuchado lo peor que los seres humanos pueden ofrecer. Algunos expertos calculan que por lo menos cuarenta por ciento de los salmos con quejas, con otros porcentajes entregados a maldecir y lamentar. Aunque partes del lenguaje puedan resultar sorprendentemente duras, no hay duda de que Dios acoge a nuestro verdadero ser a la conversación. Y solamente Dios puede obrar la transformación de queja a acción de gracias, de confesión a perdón.
Cuarta lección: Los salmos nos enseñan no sólo a hablarle a Dios, sino a escuchar. En la superficie, escuchen las voces de generaciones de orantes que nos ayudan a meditar la propia naturaleza de Dios. Dios se refleja como creador generoso (como en el Salmo 8), cuidador responsable (como en el Salmo 23), conquistador victorioso (como en el Salmo 106) perdonador (como en el Salmo 106), creador compasivo (como en el Salmo 40), así como gobernante aislado (como en los Salmos 10 y 88), por nombrar algunos.
Lo que es más importante, cuando escuchamos profundamente, serenándonos lo suficiente como para de verdad gozar de la presencia de Dios, empezamos a oír la voz de Dios que responde a nuestra necesidad, o que nos corrige o nos envía a la misión. Como parte de la Palabra inspirada de Dios, podemos descansar en la misma presencia de Dios cuando nos sentamos con los salmos y le pedimos a Dios que nos hable a través de ellos.
Quinta lección: Así como hay muchos modos de hablar de nuestra experiencia de Dios, hay también una amplia variedad de expresiones del camino spiritual que recorre cada uno de nosotros. Algunos de los salmos están evidentemente anclados en los acontecimientos de liberación en el tiempo del Éxodo, mientras que otros están más centrados en las maravillas de la creación o la experiencia del perdón. Y otros están dominados por temas del bien frente al mal. El pueblo de Dios está moldeado en cada generación por los acontecimientos reales de sus vidas y su experiencia de Dios en esos acontecimientos. Estos valores y experiencias moldean la oración de los salmos y nuestra propia oración.
Sexta lección: Si el "humor" de un salmo concreto no encaja en tu propia situación de mente y corazón, ora ese salmo por aquellos cuyas circunstancias de vida son distintas de las tuyas. Toma la voz de los oprimidos que puede que sientan sus vidas amenazadas por la violencia o el hambre. Toma la voz de los que no tienen esperanza y tienen necesidad de afirmación. Este recordatorio de nuestro compromiso con la familia humana nos sacará de nosotros mismos y nos conectará con los deseos de Dios.
Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 12 de octubre de 2013. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.