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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: August 17, 2013
Este es el 11º artículo de una serie de catorce
Por Cackie Upchurch
Directora del Estudio Bíblico de Little Rock
Quienes han estado leyendo la Biblia por algún tiempo, o simplemente prestando atención cuando se proclaman las Escrituras en la liturgia, puede que hayan notado que a menudo hay ciertas líneas comunes en el modo en que se cuentan ciertas historias.
Por ejemplo, en la mayoría de los relatos bíblicos de llamadas de Dios, hay una serie de acontecimientos deliberados: el encuentro divino, la identificación de Dios de sí mismo, el mandato divino, una objeción u objeciones por parte de la persona llamada, una reafirmación y un signo de la presencia continua de Dios. Este modelo se encuentra en las llamadas de Moisés (Éxodo 3), Gedeón, (Jueces 6), y algunos de los profetas (Isaías 6, Jeremías 1, Ezequiel 1-3).
El uso de un modelo alerta tanto al lector antiguo como al modern de que ha ocurrido algo especial. El reconocer tales modelos en los relatos bíblicos puede también instruirnos en tiempos modernos cuando buscamos rastros de Dios en nuestras vidas.
Otro modelo se puede encontrar en el encuentro de hombres y jóvenes solteras cerca de los pozos de agua. Isaac y su futura esposa Rebeca se encontraron en un pozo (Génesis 24,1-67), así como lo hicieron Jacob y Raquel (Génesis 29,1-30), y Moisés y Séfora (Éxodo 2,15-22). En todos los casos, el hombre ha salido de su hogar y se encuentra en tierra extranjera cuando se encuentra con una mujer cerca de un pozo. Uno de ellos normalmente saca agua y conversan, aunque sea brevemente, después de lo cual la joven regresa a casa con la noticia de que hay un forastero en el área, seguida de un compromiso y a veces una comida.
Algunos expertos se han dado cuenta de que mientras que el modelo del encuentro en el pozo no se puede aplicar estrictamente, con todo es un modo significativo de explorar el relato de Jesús y la mujer cerca del pozo (Juan 4,4-41). En este caso, el forastero es Jesús. Éste es territorio samaritano y el pozo de Jacob era un lugar de reverencia para los samaritanos. Como fiel judío, Jesús tenía que haber sido consciente de que se le iba a considerar forastero.
Aunque la mujer que Jesús encuentra en el pozo no es precisamente una joven soltera (ha tenido cinco maridos y en la actualidad vive con un hombre), está bastante abierta al momento del encuentro. Más tarde, hablará no solo a su familia, sino a cualquiera que se encuentre, sobre este forastero que le ha dicho todo lo que ha hecho.
El relato no nos dice que la mujer o Jesús sacaran agua del pozo en otras historias anteriores de pozo; sin embargo, toda su conversación se inicia con la oferta de Jesús de dar agua viva. No hay una comida compartida, pero hay una preocupación de sus discípulos porque Jesús coma algo (quizá quieran salir de territorio extranjero). No hay compromiso de matrimonio pero no hay duda de que la mujer del pozo entra en una relación comprometida de fe, un tipo de compromiso con el Señor que ofrece agua viva (versículos 10-15), y la comida de la obediencia a la voluntad de Dios (versículo 34).
No es sorprendente que la iglesia elija proclamar este pasaje del evangelio todos los años para el primer escrutinio antes de los bautismos de la celebración pascual. El agua viva, la obediencia a la voluntad de Dios, y la oportunidad de comenzar un nuevo modo de vida, todos son temas que hablan a quienes se preparan para entrar en la iglesia en el tiempo de Pascua. El ayudar a la gente a identificar su sed es parte de la tarea del proceso de iniciación en nuestras parroquias, como lo es el dar a la gente un mensaje sobre ellos mismos y Dios que quieran compartir con los demás.
Pero este evangelio también habla a quienes han gozado de un largo compromiso con Cristo. Cuando nos sentimos cansados de caminar el sendero del discipulado, o un poco "oxidados" por haber sido negligentes en nuestros compromisos u olvidado nuestra identidad cristocéntrica, necesitamos a alguien que se tome el tiempo de decirnos la verdad y nos ayude a reconocer nuestras más profundas hambres y sedes.
La mujer con quien se encontró Jesús en el pozo en una aldea samaritana, se convirtió en testigo de su identidad (Juan 4,39-41), y se hizo más creíble por su propia sinceridad y el cambio de vida implicado. Muchos creyeron al principio por la palabra de ella y más tarde por su propia experiencia.
En este Año de Fe, se nos recuerda que Cristo se nos aparece incluso en los lugares más ordinarios, nos ofrece la verdad sobre nosotros mismos y sobre nuestro Dios, y nos invita a dar testimonio.
Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 17 de agosto de 2013. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.