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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: September 12, 2020
El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Iglesia de Cristo Rey en Little Rock el sábado, 12 de septiembre de 2020. Está basada en las lecturas del sábado de la 23ª Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo II.
Siempre me sorprende cuando tenemos una ceremonia especial, como la institución de acólitos de hoy, y descubro cuán apropiadas son las lecturas ya asignadas por la Iglesia para ese día.
Los acólitos tienen un papel especial en la celebración de la Eucaristía, dando la Comunión a los fieles en la liturgia y purificando los vasos sagrados, y por eso es indispensable que tengan una profunda devoción y amor por la Eucaristía.
Por eso mira lo que tenemos en la primera lectura de San Pablo hoy: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo, y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?”
Como acólitos, tendrán la responsabilidad de ayudar a los sacerdotes y diáconos a llevar a cabo su ministerio, y por eso ustedes, como ellos, deben esforzarse por vivir una vida de amor abnegado inspirada en la de Jesús, quien dio su vida por nuestra salvación y es la víctima que ofrecemos al Padre cada vez que celebramos la Eucaristía.
Luego, en el salmo responsorial tenemos: “¿Cómo pagar al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de salvación e invocaré el nombre del Señor. A él ofreceré un sacrificio de acción de gracias …” ¿Y cuál es la palabra griega para acción de gracias? Eucaristía, ¡por supuesto!
Y finalmente en nuestro Evangelio tenemos la famosa parábola de Jesús sobre la casa construida sobre roca. La persona que viene a Jesús, escucha sus palabras y las pone en práctica es como un hombre que cavó profundamente y puso los cimientos de su casa sobre roca sólida.
Cuando llegaron las inundaciones y el río estalló contra la casa, no se sacudió porque estaba bien construida. Y, por supuesto, esa roca es nuestra fe en Jesucristo, quien nos dio la Eucaristía como “fuente y cumbre de la vida cristiana” y por eso edifica y hace crecer la comunidad cristiana.
Como acólitos, tendrán la responsabilidad de ayudar a los sacerdotes y diáconos a llevar a cabo su ministerio, y por eso ustedes, como ellos, deben esforzarse por vivir una vida de amor abnegado inspirada en la de Jesús, quien dio su vida por nuestra salvación y es la víctima que ofrecemos al Padre cada vez que celebramos la Eucaristía.
Y al hacerlo, es importante que ustedes busquen profundizar su propia comprensión del significado espiritual del servicio que tienen el privilegio de ofrecer. Por ejemplo, cómo su servicio de la Eucaristía refuerza la unidad de la Iglesia.
Como dice San Pablo en nuestra primera lectura: "Entonces, si el pan es uno solo, también nosotros, aun siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos participamos del mismo pan.” Así que, al desempeñar su ministerio, tengan en cuenta que, al compartir el único pan con sus hermanos y hermanas, formarán un solo cuerpo con ellos.
Por tanto, muestren un amor sincero por el cuerpo místico de Cristo, el pueblo santo de Dios, y especialmente por los débiles y los enfermos. En otras palabras, sean obedientes al mandamiento que el Señor les dio a sus Apóstoles en la Última Cena: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado”.