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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: June 8, 2014
Obispo Anthony B. Taylor predicada la siguiente homilía para la Misa de Renovación de Compromiso Diaconal en el Centro Católico San Juan de Little Rock y en la parroquia de Catedral de San Andrés de Little Rock el domingo 8 de junio de 2014.
Tuve una vez un vecino que tenía un coche antiguo que había heredado de su papá. Lo mantuvo cubierto con una lona a la medida. Una vez levantó la lona para mostrarme el vehículo, por el cual él tenía mucho apego sentimental, pero de hecho nunca vi que lo condujera. Pienso que tenía miedo de que se descompusiera debido a la edad del coche o por su falta de uso, o tal vez porque temía perderlo en un accidente. Pero el resultado de esto fue que a cierto grado dejó de ser un vehículo--¡no iba a ningún lado! Sólo era un objeto ocupando espacio en la cochera.
Antes de la festividad de Pentecostés, los seguidores de Jesús tenían muchos recuerdos gratos los cuales continuaban compartiendo en sus convivios dominicales en el cuarto de arriba. Jesús ya se había aparecido ahí a pesar de tener las puertas cerradas para revelarles la verdad de su resurrección y otra vez una semana después para convencer a Tomás quien había estado ausente la primera vez.
Y aunque ambas veces Jesús comenzó diciendo “No Teman”, ellos continuaron reuniéndose en secreto porque a pesar de su apego sentimental con Jesús, ellos definitivamente no querían sufrir la misma suerte que Jesús— ¡olvidándose de que la muerte de Jesús lo llevó a la victoria! Así que hasta este punto, su conocimiento y experiencia con Jesús no los estaba llevando a ningún lado. Sólo estaba tomando espacio en su cerebro. ¡En Pentecostés, Dios intervino para levantar la lona, prender sus motores y poner ese vehículo en la carretera!
¿Hasta qué grado estás todavía manteniendo tu fe en secreto, a pesar de tu apego sentimental con Jesús? ¿Está tu conocimiento y experiencia de Jesús sólo tomando espacio en tu cerebro?
Cuando yo era niño San Juan XXIII promulgó el Nuevo Pentecostés cuando convocó a los obispos del mundo al Concilio Vaticano II. El Papa Pablo VI, quien pronto será beatificado, completó el trabajo del concilio, el cual puso en marcha la dramática transformación guiada por el Espíritu Santo de la Iglesia la cual ha estado desarrollándose durante nuestra vida. ¡Nosotros debemos una gran gratitud al Papa Pablo VI! Antes del Vaticano II éramos en ciertas maneras una Iglesia temerosa, encerrada en sí misma—habiendo “cerrándose en banda” por así decirlo desde la Reforma Protestante y la actividad en contra de la Iglesia de los masones y de la Ilustración Francesa y el fanatismo anti-católico en Estados Unidos.
Hay muchos elementos de piedad tradicional de aquellos días que aún siguen vivos para muchos de nosotros y con los cuales es fácil sentir un gran apego sentimental. Pero el Papa Pablo VI y los Padres del Concilio reconocieron que había llegado el tiempo para que la Iglesia pusiera a un lado los miedos y volviera a participar con todo el mundo. Construir el Reino de Dios requiere mucho más que fomentar la piedad personal y llevar nuestras almas al cielo, así que el Vaticano II buscó reorientar nuestro enfoque hacia fuera, hacia la gran mayoría de la población mundial que aún no cree en Jesús y que aún sin saberlo, siente un hambre profunda en sus almas por lo que tenemos que ofrecer.
Y todos los Papas desde entonces han fomentado este Nuevo Pentecostés en las circunstancias específicas en las cuales nos encontramos hoy – y hoy el Espíritu Santo te invita a compartir en su transformación misionera de la Iglesia aquí mismo en Arkansas. En el día de tu Confirmación recibiste los 7 dones del Espíritu Santo para darte sabiduría y entendimiento sobre lo que el Señor está pidiendo de nosotros hoy, y luego el valor y temor del Señor para ir y hacerlo. Saben, ¡nuestra preocupación no debe limitarse a los 130,000 católicos de la Diócesis de Little Rock!
¿Qué me dicen sobre el otro 94% del rebaño confiado a nuestro cuidado aquí en Arkansas? –la mitad de ellos no pertenecen a ninguna Iglesia. Ellos tienen hambre de Jesús y la mayoría de ellos ni siquiera lo saben; muchos están tratando de llenar esa hambre con cosas que sólo los dejan más vacíos que antes. Y si no tratamos de hacer algo al respecto, ¡tendremos que responder por ello! Hoy el Señor nos llama a movernos del mero mantenimiento hacia una actitud misionera llena de fe, con preocupación especial por aquellos más necesitados entre nosotros, de una actitud temerosa de “reducir nuestras pérdidas” hacia un compromiso valiente, dejar nuestra zona cómoda para poder hacer una diferencia, dispuestos a sufrir por él— ¡recordando que la muerte de Jesús lo llevó a la victoria!
¿Hasta qué grado estás todavía manteniendo tu fe en secreto, a pesar de tu apego sentimental con Jesús? ¿Está tu conocimiento y experiencia de Jesús sólo tomando espacio en tu cerebro? Si es así, ¡ha llegado el tiempo para que prendas tus motores y pongas ese vehículo en la carretera!