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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: October 10, 2024
El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía durante la Misa de consagración de la Iglesia de San Pedro y San Pablo en Lincoln el jueves, 10 de octubre de 2024.
Cuando yo estaba en el seminario, aprendí el significado teológico de los sacramentos y cómo se ha evolucionado el modo de celebrarlos con el pasar de los años, empezando con su institución por Jesucristo. Pero de lo que me acuerdo más de los sacramentos es la definición que aprendí en el segundo grado de la escuela: "¿Qué es un sacramento?" "Un sacramento es un signo exterior instituido por Cristo para darnos gracia."
Y aunque los podemos celebrar en cualquier lugar, el lugar más indicado para su celebración está en la Iglesia ... la iglesia en ambos sentidos de la palabra: la Iglesia como comunidad de los fieles y la iglesia como edificio consagrado donde vive Dios de modo especial por los sacramentos y en el sagrario. Es por eso que toda iglesia Católica es una "casa de Dios."
Hoy, al reunirnos para dedicar esta casa de Dios al culto católico, nos regocijamos por el hecho de que, gracias a la conmovedora generosidad de nuestros hermanos y hermanas presbiterianos, nosotros católicos celebraremos ahora nuestro culto en una casa de Dios mucho más bonita, y este edificio, tan querido para la memoria de generaciones de nuestros hermanos y hermanas presbiterianos, seguirá siendo una casa de adoración durante años.
Por medio de estos signos exteriores, nuestro rito de dedicación proclama una realidad interior: que esta es una casa de Dios, en la cual Jesús nos enseña con su palabra divina y nos alimenta con su cuerpo y sangre, y desde la cual nos manda para llevar la palabra de Dios y los sacramentos de la vida eterna a los demás.
Hoy haremos este edificio nuestro mediante una serie de actos rituales que culminarán con la celebración de la Eucaristía, por la que Dios se instala en este edificio sacramentalmente por primera vez. Pero primero hay otros actos rituales preparatorios que llamamos sacramentales.
Estos sacramentales son otros signos externos y tangibles que Dios también utiliza — como con los sacramentos, aunque no instituidos directamente por Cristo — para producir efectos espirituales internos y, por lo tanto, ayudarnos a seguir a Jesús más de cerca en su camino de verdad y vida. Y en ningún otro lugar estamos más ricamente rodeados de sacramentales que en la celebración de la dedicación de una iglesia.
Primero, la reunión en la puerta donde la Reverenda Michelle Hall, en representación de la Iglesia Presbiteriana, me entregó las llaves de este edificio, confiándomelas. En ese momento recordamos a todos aquellos que han colaborado para brindarnos este maravilloso edificio.
Todos los feligreses que donaron dinero y todos aquellos que trabajaron tan duro para adaptar este edificio a las exigencias del culto católico. En esto recordamos especialmente los $20,000 donados por la Iglesia Presbiteriana, que nos ayudaron mucho a pagar el ya de por sí económico precio del edificio de $90,000. Luego se las di a su pastor, el Padre Martin, para demostrar que los he confiado a su cuidado y que él me representa en todo lo que tiene que ver con su iglesia.
El Padre Martin usó esta llave para abrirnos las puertas y permitirnos entrar. Bendije el agua y luego pasé por la Iglesia rociándola para purificarla. Una vez que termine esta homilía, yo ungiré el altar con el santo crisma y el Padre Martín ungirá las paredes en cuatro lugares que representan los cuatro evangelios, la buena nueva de Jesucristo para todas las naciones: norte, sur, oriente y occidente.
Luego, quemaré incienso en el altar para representar el olor dulce de nuestras oraciones que ascienden a Dios desde ese altar y luego lo vestimos con lienzos y prendemos cirios para mostrar que la luz de Cristo debe brillar en la iglesia y no sólo en este edificio, sino en todos nosotros, la comunidad de los fieles y que debemos salir de aquí para llevar esta luz de Cristo a los demás.
Por medio de estos signos exteriores, nuestro rito de dedicación proclama una realidad interior: que esta es una casa de Dios, en la cual Jesús nos enseña con su palabra divina y nos alimenta con su cuerpo y sangre, y desde la cual nos manda para llevar la palabra de Dios y los sacramentos de la vida eterna a los demás.
Y es precisamente eso lo que haremos ahora. Ustedes y la Reverenda Hall me presentaron este edificio — a mí, y por mí al Señor — al inicio de esta Misa. Ahora profesamos nuestra fe y luego ungimos esta iglesia y este altar, consagrándolos a su servicio.
Y luego en este altar, nuevamente consagrado, consagraremos pan y vino para que sean el cuerpo y la sangre de Jesús, Dios presente sacramentalmente por primera vez en este edificio, que es ahora su casa, presente como siempre cuando dos o tres están reunidos en su nombre, pero ahora presente también para nuestra adoración en el sagrario de esta iglesia Católica aun después de la salida de esos dos o tres.
Este es un día que hizo el Señor, regocijémonos y alegrémonos en él.