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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: August 10, 2020
El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en Iglesia de Cristo Rey en Little Rock el lunes 10 de agosto de 2020.
De todas las Misas celebradas durante el año, esta Misa Crismal y la Misa de la Cena del Señor el Jueves Santo son las dos liturgias más íntimamente relacionadas con el sacerdocio.
El sacerdocio se instituyó el Jueves Santo, junto con la Eucaristía, y si este fuera un año típico, ya hubiéramos renovado las promesas hechas en la ordenación el lunes de la Semana Santa al bendecir los óleos que, entre otras cosas, ya hubiéramos usado para ordenar al sacerdocio a José Friend y Daniel Velasco.
Y además, en un año típico ya hubiéramos celebrado en junio el jubileo de los que celebran sus 25º, 50º y 60º años de ordenación. Pero este no es un año típico. Como dice Job, "El Señor ha dado y el Señor ha quitado, bendito sea el nombre del Señor".
Jesús es al mismo tiempo sacerdote y víctima — y así debemos ser también nosotros, en unión con Jesús. Él lo hizo en medio de las circunstancias y las adversidades presentes en 33 AD. Nosotros lo hacemos en las circunstancias vigentes hoy, y espero que ustedes comprendan lo muy orgulloso que estoy de ustedes, los sacerdotes de la Diócesis de Little Rock. Caminamos por la fe.
Entonces, ¿qué nos dicen las adversidades actuales sobre nuestro sacerdocio compartido? Bueno, antes que nada, ¿qué es un sacerdote? Tú y yo fuimos ordenados presbíteros, que es un concepto más amplio, literalmente "ancianos," a pesar de nuestra edad joven al ser ordenados. Ancianos con el rol de enseñar, gobernar y santificar al pueblo de Dios, de ahí los tres términos que usamos a menudo: predicador, pastor y sacerdote.
Como predicador, proclamamos la Palabra de Dios, un rol que no se limita a los presbíteros: los diáconos también predican. Como pastores gobernamos el rebaño, una comunidad específica, pero esto lo hacemos solo cuando el obispo, el pastor principal de la diócesis, nos asigna allí. Es en nuestro papel de sacerdotes que hacemos lo que nadie más puede hacer: ofrecer el sacrificio de la Misa.
Este es nuestro mayor privilegio y es la razón por la que se nos llama "sacerdotes" mucho más que presbíteros. Esta es también la razón por la cual, en los meses cuando tuvimos que suspender el culto público debido a la crisis de COVID-19, los sacerdotes continuamos celebrando la Eucaristía en privado todos los días en beneficio de las personas confiadas a nuestro cuidado. Sacerdote es quien somos, no solo lo que hacemos. Pero lo que hacemos, sí revela algo de lo que somos.
Entonces, ¿cuál es nuestro rol básico como sacerdotes? Obviamente para reunir a la gente e interceder por ellos ante Dios. Pero si miramos las Escrituras, vemos que reunir a las personas e interceder por ellas es secundario a algo más fundamental que vemos más claramente en este tiempo de COVID-19, a saber: sacrificio. Pastoreando nuestro pueblo, confortándolos e intercediendo por ellos requiere de nosotros sacrificio, sobre todo en tiempos difíciles, y este sacrificio encuentra su significado más profundo en el gran sacrificio no-sangriento de la Misa.
El rol básico de un sacerdote en el Antiguo Testamento era el de ofrecer sacrificios de animales en el altar del templo, pero ya desde la Última Cena este sacrificio de animales se ha cambiado en sacrificio humano. Jesús mismo es al mismo tiempo el sacerdote y el sacrificio que se ofrece … con un detalle adicional: él no está solo: en cada Misa nosotros nos ofrecemos al Padre también.
Cuando Jesús dijo, “Hagan esto en conmemoración mía” no solo quería decir “Hagan este ritual en conmemoración mía” sino “Ofrézcanse ustedes para los demás en memoria de lo que yo haré mañana en el Calvario — ¡hagan eso en conmemoración mía!”.
Esa es la promesa que renovamos en esta Misa Crismal. Jesús es al mismo tiempo sacerdote y víctima — y así debemos ser también nosotros, en unión con Jesús. Él lo hizo en medio de las circunstancias y las adversidades presentes en 33 AD. Nosotros lo hacemos en las circunstancias vigentes hoy, y espero que ustedes comprendan lo muy orgulloso que estoy de ustedes, los sacerdotes de la Diócesis de Little Rock. Caminamos por la fe. No sabemos lo que nos trae el futuro.
Ordeno a dos sacerdotes y cinco diáconos transicionales esta semana, así que nos regocijamos al ver cómo el Señor provee por su pueblo. Estos días no son más oscuros que otros tiempos difíciles que la Iglesia ha tenido que enfrentar durante los últimos 2,000 años, y sabemos que el Señor nos acompañará — ¡a fin de cuentas, es su Iglesia!” Jesús murió por nosotros y hoy renovamos nuestra promesa de morir a nosotros mismos por él y el rebaño que él nos ha confiado.