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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: June 2, 2016
Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la parroquia de San José en Conway el jueves 2 de junio de 2016. Está basada en las siguientes lecturas: Jer 1:1,4-10; Ps 25; 2 Tm 2:8-15; y Mc 12:28-34.
Will, uno de los conceptos erróneos que algunos tienen de las enseñanzas de Jesús tiene que ver con su mandamiento de amor que se encuentra en el Evangelio que elegiste para tu ordinación hoy.
Cuando le preguntaron a Jesús: “¿Cuál es el mandamiento más grande de la ley?” él dijo que es aquel de amar a Dios con todo el corazón, toda la mente y todas las fuerzas, y al vecino como a nosotros. Hay dos errores que se tienen respecto esta enseñanza de Jesús.
Primero, muchos piensan que esta fue una enseñanza nueva, un avance que superó la comprensión religiosa que prevalecía antes de Jesús. Pero no es así. La pregunta era respecto el mandamiento más grande de la “Ley”, es decir la Tora, los primeros cinco libros del Antiguo Testamento.
Porque la obediencia que prometes hoy no es sólo la conformidad exterior de un esclavo, sino también una profunda conformidad interior: la donación abnegada de todo tu ser al Señor … y por eso, prometas no sólo hacer lo que te pido sino también hacerlo de corazón.
Y por eso, cuando Jesús contesta lo hace por citar Deuteronomio respecto amor a Dios y Levítico respecto amor al vecino. No es nada nuevo, ¡al menos no por un judío!
Segundo, muchos creen que este es el mandamiento más grande que existe, ¡y no lo es! Es el mandamiento más grande “de la ley” — del Antiguo Testamento. Más tarde, en el Evangelio de Juan, Jesús nos da otro mandamiento que es mucho más grande. Dice, “Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado.”
Y ¿cómo nos ama? Por dar la vida por nosotros. Como dice Jesús, “¡Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos!” ¡Eso es mucho más que sólo amarlos como a nosotros mismos! ... lo que en algunos casos no es mucho — los que no aman a sí mismos no saben como amar a los demás.
Y así, Jesús nos llama a un amor más alto: ¿Cómo nos ha amado? ¡Totalmente, abnegadamente, hasta la muerte! Y es así que nosotros debemos amar a los demás.
Will, te presenta ante nosotros hoy listo para dedicarte a una vida de amor abnegado, ¡hasta la muerte! Al ofrecerle a Jesús tu sexualidad al prometerle celibato, sacrificas muchas cosas buenas … no sólo los placeres sexuales y la cercanía física de una esposa, sino también tener hijos, tener una familia propia.
Abrazas una vida en la que puedes sentirte muy solo a veces. Es cierto que te haces parte de una familia mucho más grande y que tendrás acceso a un tipo de intimidad espiritual mucho más profunda con muchas personas, algo que no sería posible sin tener los límites sexuales claros que protege el celibato — muchas bendiciones, claro — pero sin embargo, un gran sacrificio también … y no miento: van a haber tentaciones que tendrán que enfrentar y superar, como todos los sacerdotes aquí presentes pueden afirmar.
Pero para muchos, el sacrificio más grande es la promesa de obediencia, lo que requiere que sacrifiquemos la voluntad. Obediencia es más que sólo conformidad, yendo dondequiera que te mande. Obediencia es también una manera especial de escuchar … del latín, ob-audire. Obediencia es lo que pasa adentro de tu corazón … más que sólo conformidad en tu conducta exterior.
Jesús no se limitaba a cumplir los mandamientos de su Padre, también “permanece en su amor” e invita a nosotros hacer igual, escuchándolo con corazón de amor … y es por eso que nos llama amigos y no sólo siervos. En el Antiguo Testamento, la palabra que usan para “creyente” significa literalmente “esclavo” — antes pertenecieron al Faraón, ahora pertenecen a Dios.
Así que es importante notar que cuando la Iglesia establece el orden de diáconos, la palabra que encontramos en el Nuevo Testamento no es douloi (esclavos) sino diákonoi (siervos), porque la obediencia que prometes hoy no es sólo la conformidad exterior de un esclavo, sino también una profunda conformidad interior: la donación abnegada de todo tu ser al Señor … y por eso, prometas no sólo hacer lo que te pido sino también hacerlo de corazón.
Hemos reunido aquí para recibir formalmente tu respuesta a la llamada de Jesús y de su Iglesia, dedicándote a una vida de amor abnegado — ¡amando a otros como Jesús te ha amado!