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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: May 18, 2017
Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en Iglesia de Sta. Ana de North Little Rock el jueves, 18 de mayo de 2017. Está basada en las siguientes lecturas: Gn 15,1-12.17-18; 1a P. 4,7-13; y Lc 22,14-20.24-30.
Hoy es un día histórico. Hasta donde yo sé, esta es la primera ordenación que se realiza en un antiguo salón de baile que por mucho tiempo ha sido el hogar de la parroquia de Sta. Ana.
Además, siempre permito que aquellos que serán ordenados elijan las lecturas para su ordenación y Keith ha elegido muy buenas lecturas que hasta hoy yo no había escuchado en una ordenación. Pero son muy apropiadas y Keith claramente pensó muy bien en lo que eligió.
En nuestra primera lectura de Génesis, Abram — quien, a propósito, no prometió celibato — lamenta que a pesar de su mejor esfuerzo, no ha tenido hijos.
Y por supuesto, la palabra “diácono” significa “siervo” y el servicio que un diácono ofrece nace de la oración y está arraigado en el amor.
Dios promete que si él confía en Dios, Dios le dará descendientes en gran abundancia, tan numerosos como las estrellas en el cielo. Keith, al contrario, prometerá celibato para toda su vida hoy. Él está confiando en Dios como lo hizo Abram, confiando en que Dios le dará descendientes en gran abundancia también … en su caso, hijos e hijas espirituales.
En otra parte, San Pablo aclara que Abraham tiene muchos más descendientes por adopción, a través de la fe en Jesucristo — hijos e hijas espirituales — que los que podría tener de acuerdo a la carne. Y lo mismo es cierto para nosotros como sacerdotes. Y este es el tipo de fruto que importa verdaderamente.
En nuestra segunda lectura que Keith eligió de la Primera Carta de San Pedro, el autor está preocupado en asegurarse de que sus lectores estén bien preparados para la segunda venida de Jesús, la cual él cree que es inminente.
De ahí la necesidad de estar atentos en las tres áreas de la vida cristiana donde la fidelidad es tan importante: 1.) en la dedicación a la oración — Keith prometerá rezar la Liturgia de las Horas; 2.) en el amor mutuo que cubre una multitud de pecados; y 3.) en el servicio abnegado a los demás.
Y por supuesto, la palabra “diácono” significa “siervo” y el servicio que un diácono ofrece nace de la oración y está arraigado en el amor. Así que la oración, el amor abnegado y el servicio. Estos deben ser los rasgos de cualquier cristiano, pero especialmente para nosotros ministros ordenados de la Iglesia.
Pedro también nos recuerda sobre el tema principal de su carta: alégrense en medio de los sufrimientos que requiere la fidelidad a Cristo — así que, Keith, ¡Pedro te dice que continúes siendo la persona alegre que ya eres! Incluso en momentos difíciles.
¡Tu sentido del humor te ayudará mucho! Pero después de todo, si Jesús sufrió por nosotros, ¿acaso no deberíamos estar dispuestos a sufrir por él? Y hacerlo con alegría. Así que, como dice San Pedro: cuando predicamos, debe ser “como palabra de Dios” cuya misma naturaleza es el amor — y ese amor debe transmitirse en nuestras predicaciones. Y cuando servimos, debe ser “como quien recibe de Dios ese poder, para que Dios sea glorificado en todas las cosas, por Jesucristo”.
Y después tenemos nuestra lectura del santo Evangelio sobre el relato de la Última Cena según San Lucas … la 1ª Misa, por decirlo así, cuando Jesús instituyó el sacerdocio al igual que la Eucaristía. Esta lectura, por supuesto, apunta hacia el ministerio litúrgico que Keith ejercerá como un diácono e incluso mucho más el próximo año como un sacerdote.
Pero, ¡fíjense qué rápido estos apóstoles recién ordenados (a quienes podemos llamar ahora anacrónicamente sacerdotes) se desvían del camino! ¡Justo después de la ordenación, surgió una discusión entre ellos sobre quién debía ser considerado el más grande! ¡Algunos ya tenían en la mira convertirse en monseñores! Así que Jesús les recuerda a ellos y a nosotros que somos llamados al servicio y allí es donde se encuentra la grandeza verdadera.
¡Keith, tú has cubierto mucho con las lecturas que has elegido! Tú has respondido generosamente al llamado del Señor a una vida marcada por la oración y la devoción, a una vida de servicio alegre en el cual tú abrazarás la cruz de Jesucristo con amor sacrificial, una vida de amor célibe por el bien del Reino de Dios, con una preocupación especial por los más débiles y más vulnerables entre nosotros, una vida en la cual tú alimentas la vida sacramental del pueblo que ha sido confiado a tu cuidado.
¡Tú eres un hombre de la Iglesia! ¡Y estoy seguro que a través de ti y de tu ministerio muchas personas encontrarán la misericordia y el amor de nuestro Salvador Jesucristo!