13º Domingo del Tiempo Ordinario, Año B, 2024

Publicado: June 30, 2024

El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Iglesia de Sta. María en Saint Vincent el sábado, 29 de junio de 2024, y en la Iglesia de Sta. Isabel en Oppelo y la Iglesia del Sagrado Corazón en Morrilton el domingo, 30 de junio de 2024.


Obispo Taylor

Si yo te pregunte quién es Jesús, dirías que es el Hijo de Dios, la segunda persona de la santísima Trinidad, plenamente humano y plenamente divino, el Mesías que nos salva del poder de Satanás, el redentor cuya muerte pagó el precio de nuestra liberación.

Resucitó de la muerte, ascendió al cielo y está sentado a la derecha del Padre de donde vendrá para juzgar a vivos y muertos. Pero antes de la Semana Santa hace 2,000 años, no sabía nadie casi nada de esto. Hasta entonces, la gente le conocía a Jesús sólo como un predicador, exorcista y sanador, así que la primera vez que les envió a sus discípulos en misión, era para hacer lo que hacía él: predicar, echar a demonios y sanar a los enfermos.

Marcos precede esta primera misión de los apóstoles de Jesús con el relato de su resucitación de la aparentemente muerta hija de Jairo y su sanación de una mujer que estaba menstruando incurablemente ya 12 años sin terminar, ¡curaciones que sólo Dios puede obrar! ¿Puedes imaginar cómo sería tener reglas que nunca se terminan...o cómo sería ser el marido de tal mujer?

Lo que Dios espera de ti hoy es lo mismo de siempre: que tú prediques la conversión, que tú proclames la verdad con valentía, que tú alejes el mal por tus oraciones, que tu cures a los enfermos con amor sanador — cosas que sólo Dios puede hacer, pero como vemos en las Escrituras, Dios puede y quiere hacerlas por medio de ti.

Y su sanación no era el único asunto. En el judaísmo, todo contacto con cadáveres y con mujeres en sus reglas le hace impuro, lo que hicieron estas curaciones a Jesús — voluntariamente por la niña muerta e involuntariamente por la mujer de reglas permanentes — ¡ella le tocó a él!

Y claro que no se podía ser santo e impuro al mismo tiempo, ¡y mira aquí a Jesús que lo estaba mucho! Impuro también porque tocó a leprosos y asociaba con personas de mala fama y luego, ¡nos asombra aun más por enviar a sus discípulos a hacer lo mismo!

Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban. (15 domingo) Y cuando regresaron (16 domingo) le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.

Lucas relata que había después otra misión de 72 discípulos antes de esa primera Semana Santa, y luego después del Pentecostés vemos que Pedro, Pablo y otros continuaron a hacer las mismas cosas en los Hechos de los Apóstoles — sanaciones y exorcismos que sólo Dios puede obrar, predicando la Buena Nueva con la valentía y sabiduría que sólo podía venir de Dios.

No sólo dedicaron el resto de sus vidas a continuar a hacer lo que hacía Jesús, casi todos terminaron por morir mártires como Jesús, tan íntimamente estaban unidos ahora a Jesús su Salvador.

Tú eres un discípulo de Jesús lo mismo que ellos y tú le conoces mucho mejor que ellos antes de esa primera Semana Santa y en cuanto has recibido más y sabes más, se te juzgará por criterios más altos.

Y lo que Dios espera de ti hoy es lo mismo de siempre: que tú prediques la conversión, que tú proclames la verdad con valentía, que tú alejes el mal por tus oraciones, que tu cures a los enfermos con amor sanador — cosas que sólo Dios puede hacer, pero como vemos en las Escrituras, Dios puede y quiere hacerlas por medio de ti.

Para hacerlo, tú también tendrás que tratar con personas que son aparentemente impuras, gente que te da asco, que te hace sentir y parecer impuro — voluntariamente o involuntariamente.

Pero eso es preciso para dedicar el resto de tu vida haciendo lo que hacía Jesús, y por hacerlo, tú también serás unido siempre más íntimamente con Jesús, tu Salvador, ¡ya en esta vida y más plenamente en la vida que viene!