Viernes, 22º Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo II 2024

Publicado: September 6, 2024

El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía durante la Misa de apertura del Año Dos de la Escuela de Formación de Dirección Espiritual en el Centro Católico San Juan en Little Rock el viernes, 6 de septiembre de 2024.


Obispo Taylor

Hay dos clases de plantas: anuales y perennes. Anuales viven sólo un año y luego se mueren — por ejemplo, plantas de jitomate. Sus semillas sobreviven el invierno, pero — para usar una expresión técnica — hay discontinuidad radical de un año al siguiente.

La palabra "radical" significa "al raíz" — discontinuidad hasta las raíces: la planta de este año no tendrá las raíces del año pasado, será una planta totalmente diferente.

Perennes, al contrario, viven por años — por ejemplo, vides de uva. Podamos las perennes en el otoño, quitamos el exceso crecimiento de ese año, pero hay continuidad en las raíces de un año al otro. Será la misma vid, tendrá los mismos raíces que antes.

Pero no la reforma protestante misma, la que era un caso de discontinuidad motivado por una ideología ajena que cortó a la Iglesia a sus mismas raíces. Desecharon a siete libros del Antiguo Testamento, a la mayoría de los sacramentos, al papa y a 1,500 años de tradición cristiana.

En el Evangelio de hoy tenemos la pregunta más grande se tuvo que solucionar la Iglesia primitiva: ¿Pensaba Jesús establecer una nueva religión o sólo podar la vieja religión de su exceso crecimiento? — para que produzca fruto mejor, ¿pero siempre la misma planta con los mismos raíces? ¿Discontinuidad: una nueva religión--o continuidad, mejorando el judaísmo sin reemplazarla?

Dado que nos separamos eventualmente del judaísmo, tal vez te sorprendería saber que en los Evangelios queda patente que era continuidad lo que tuvo en mente Jesús. Vino para podar la vieja religión, mejorarla ... reemplazar partes de ella, eliminar actitudes equivocadas y abusos — pero no para reemplazar o eliminar el judaísmo mismo.

Este es el contexto del Evangelio de hoy — ¡lo que parece decir el contrario! Aquí Jesús hace hincapié en la incompatibilidad de sus reformas con lo que se tuvo que cambiar: Nadie le pone un parche de tela nueva a un vestido viejo ... nadie echa vino nuevo en odres viejos, ¡porque se echarían a perder los dos!

Y en otro lugar San Pablo escribe que somos servidores de una nueva alianza, basada no en la letra, sino en el Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida. Un cambio de actitud, tal vez un podar radical, pero ninguna rotura con judaísmo — aunque era eso que eventualmente sucedió.

Y desde entonces ha habido otras roturas radicales aún más tristes: la rotura católica/ortodoxa y la católica/protestante, y muchas más roturas entre los mismos ortodoxos y protestantes ... las que carecen de justificación en las enseñanzas de Jesús.

En toda época hay aquellos que promueven cambios en la Iglesia, los que son buenos en la medida que sirvan para podar la Iglesia: eliminando abusos para que produzcamos mejor fruto para el Señor, haciéndonos más fieles a la enseñanza de Jesús. El Segundo Concilio Vaticano nos podó hace 40 años de modo que era en completa continuidad con la fe de siempre, como también las reformas del Concilio de Trento después de la salida de los protestantes.

Pero no la reforma protestante misma, la que era un caso de discontinuidad motivado por una ideología ajena que cortó a la Iglesia a sus mismas raíces. Desecharon a siete libros del Antiguo Testamento, a la mayoría de los sacramentos, al papa y a 1,500 años de tradición cristiana.

Y hoy hay otras voces que piden otros cambios radicales que también carecen de fundamento en la enseñanza de Jesús, por ejemplo: el aborto y matrimonios homosexuales y la ordinación de mujeres — cambios que como un parche de tela nueva rompería la tela misma de la Iglesia, cambios que tenemos que resistir porque reventarían los odres de a 2,000 años de nuestra fe, odres que se llenó Jesús mismo con el vino nuevo de la Nueva Alianza ... ¡como vemos en el Evangelio de hoy!