26º Domingo del Tiempo Ordinario, Año C 2022

Publicado: September 25, 2022

El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Iglesia de San Miguel en Van Buren el sábado, 24 de septiembre de 2022 y en la Iglesia de Sta. Rosa de Lima en Carlisle el domingo, 25 de septiembre de 2022.


Obispo Taylor

Yo vivo con nuestros seminaristas en la Casa de Formación, que se encuentra en un vecindario de bajos ingresos en Little Rock, en los terrenos de la Parroquia de Nuestra Señora del Buen Consejo. En los últimos años ha habido un fuerte aumento a nivel local y nacional en el número de personas sin hogar y ahora hay mendigos en muchas esquinas de nuestra parte de la ciudad.

Es difícil parar y darles dinero porque están en la orilla de la calle en el lado del pasajero del carro y tendría que bajar la ventana del lado del pasajero y hacer que metan su brazo en el carro para obtener lo que les di. Además, hay mucho tráfico y el semáforo está a punto de ponerse en verde y no quiero bloquear los carros detrás de mí cuando sea el momento de irme.

Algunos de los mendigos tienen serios problemas físicos — amputados sentados en sillas de ruedas. Otros parecen no estar del todo bien mentalmente, — ¿y quiero que metan la mano en mi auto? Otros parecen jóvenes y se ven bien físicamente, — ¿por qué no consiguen un trabajo? Hay trabajos disponibles, la tasa de desempleo es realmente baja.

Este hombre rico no es realmente una mala persona, sino solo una persona complaciente y egocéntrica. Note que no son sus riquezas lo que le impidió ir al lado de Abraham después de la muerte, sino su administración infiel de lo que tenía. Podría haber hecho mucho por los pobres que lo rodeaban; sin embargo, no se preocupaba ni respondía a su situación difícil. Lázaro era simplemente invisible para él.

Y, sin embargo, llevan carteles que indican que no tienen hogar y tienen hambre. No importa cómo llegaron allí, obviamente están muy necesitados. Son Lázaro en nuestra puerta y hay una pared entre ellos y nosotros: la ventana del carro permanece firmemente cerrada. Creemos que esta barrera nos mantendrá a salvo, como si pudiéramos contagiarnos con su pobreza o como si su dolor y miseria pudieran contaminar nuestro mundo seguro. Estos no son el tipo de personas con las que queremos asociarnos.

En el Evangelio Jesús nos habla de Lázaro. No tenía hogar y tenía hambre, vivía frente la puerta del hombre rico y quisiera comer cualquier cosa, incluso las sobras que caían de la mesa del rico. Tenía un problema físico serio, estaba cubierto de llagas que los perros solían venir a lamer y quién sabe el estado de su mente. Jesús no dice que Lázaro era un personaje atractivo. Solo sabemos que estaba muy necesitado y que había un muro entre él y el hombre rico. El muro de la ceguera. El hombre rico ya ni siquiera notó al hombre pobre en la calle, frente a su puerta.

Este hombre rico no es realmente una mala persona, sino solo una persona complaciente y egocéntrica. Note que no son sus riquezas lo que le impidió ir al lado de Abraham después de la muerte, sino su administración infiel de lo que tenía. Podría haber hecho mucho por los pobres que lo rodeaban; sin embargo, no se preocupaba ni respondía a su situación difícil. Lázaro era simplemente invisible para él. ¿Por qué?

Porque este hombre vivía en su propio capullo social pequeño y estrecho. Su casa está en una comunidad cerrada precisamente para mantener a la gente como Lazarus fuera de la puerta y socializa solo con sus amigos ricos con quienes cenaba suntuosamente vistiendo ropa elegante todos los días. Solo habla con sus iguales y piensa que merece todo lo que tiene, después de todo trabajó duro por ello. Y Lázaro, piensa el rico, de alguna manera merece su pobreza. Tal vez tomó algunas malas decisiones en el pasado o tal vez simplemente nació para ello. En cualquier caso, ahora es solo su estado en la vida.

En los Evangelios vemos que Jesús vino a derribar los muros que nos dividen, los muros entre ricos y pobres, entre negros y blancos, entre hombres y mujeres, entre jóvenes y viejos. Solo cuando reemplazamos nuestras puertas de división con Jesús, la puerta de la vida, podemos convertirnos en un lugar seguro, un hogar donde todos son bienvenidos. Entonces, ¿cuál es la lección para nosotros en la parábola de hoy?

Creo que Jesús nos está haciendo dos preguntas:

  • 1.) ¿Hay puertas (muros o barreras) en tu vida que te mantiene alejado de los pobres, los desamparados, los necesitados, los abandonados, los olvidados? ¿O tal vez personas que solo son necesitados emocionalmente?
  • 2.) ¿Hay algún Lázaro que pueda estar tirado en la puerta de tu casa o en tu camino al trabajo pidiendo ayuda? Si es así, ¿qué puedes hacer al respecto?

Note que en nuestro Evangelio, el hombre rico terminó en ese lugar de tormento eterno no porque violó alguno de los Diez Mandamientos ni porque descuidó en sus actos de piedad religiosa, sino simplemente porque hizo la vista gorda con alguien a quien podría haber ayudado fácilmente.