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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: August 2, 2020
El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Catedral de San Andrés en Little Rock el domino 2 de agosto de 2020. Está basada en la segunda lectura del 18º Domingo en Tiempo Ordinario, Año A: Romanos 8, 35-39.
Hoy hace precisamente 40 años, yo fui ordenado sacerdote para el servicio de la Arquidiócesis de Oklahoma City, en la que servía durante 28 años antes de ser llamado hace 12 años a servir al Señor aquí en la Diócesis de Little Rock. Estos 40 años han sido maravillosos. He amado todas las parroquias que he servido en Oklahoma y he amado mi tiempo aquí en Arkansas. Mirando hacia atrás en estos años, muchos recuerdos felices me vienen a mente.
Recuerdo mis primeros dos años como sacerdote recién ordenado en la Parroquia del Sagrado Corazón en Oklahoma City. El Padre Rother fue asesinado durante este tiempo y ayudé a hospedar en Oklahoma al único testigo presencial de su martirio. En ese momento mi vida se entrelazó con la del beato Stanley Rother y la gente de Santiago Atitlán. Desde el principio estuve involucrado en el ministerio en español, primero en Clinton y Hinton, y luego durante cuatro años más en un área de cinco condados que incluía también Elk City, Cheyenne y Sayre, que es donde vivía. Esos primeros años me formaron para todo lo que seguiría.
Recuerdo los dos años que pasé en Nueva York como estudiante graduado en la Universidad de Fordham durante los cuales también serví en una parroquia en el Bronx. Vivir en Nueva York es muy diferente de Sayre, pero la gente es igual en todas partes y recuerdo muchas cosas divertidas que ocurrieron allí, como la mujer que pensaba que Oklahoma, estaba cerca de Baltimore, y el tipo que pensaba que el estado deletreado I-o-w-a se pronunciaba Ohio.
¡He experimentado la guía, el amor, la protección y la fortaleza de Dios a lo largo de estos 40 años, y estoy seguro de que continuaremos experimentando su guía, amor, protección y fortaleza en los años que vienen!
Al regresar a Oklahoma me convertí en el Vicario de los Ministerios de la Arquidiócesis. También serví en una serie de parroquias donde había vacantes a corto plazo. Y luego tuve el privilegio de servir como pastor fundador de la Parroquia de Santa Mónica en Edmond, donde serví durante 10 años. Santa Mónica era mi bebé y durante mi tiempo fue una parroquia de Corresponsabilidad Total. Esos años fueron muy queridos para mí y fue difícil irme.
Y luego, para mi última asignación en Oklahoma, el Señor me devolvió a la parroquia del Sagrado Corazón, la “Novia de mi Juventud”, un Sagrado Corazón muy cambiada, nueve misas el fin de semana, siete en español; siete coros, seis en español. Muchas necesidades y talentos y mucha buena voluntad. Durante este tiempo, el arzobispo Beltrán me eligió para trabajar en la causa del beato Stanley Rother, cuyo recuerdo ya me había acompañado durante todo mi sacerdocio. Estaba trabajando activamente en su causa cuando el Señor me eligió para venir a Arkansas.
¡Esa llamada a Little Rock fue la bendición más inesperada de mi vida! Hemos enfrentado algunos desafíos aquí juntos durante estos últimos 12 años, pero aun así, ha sido una gran alegría servir aquí. En cada paso del camino, he sentido el apoyo de nuestra gente y nuestros sacerdotes al enfrentar cosas difíciles: más recientemente, la pandemia de COVID-19. Pero es precisamente al abrazar la cruz que el Señor nos forma. ¡Y mira nuestras bendiciones!
Vocaciones sacerdotales: ¡en los últimos 12 años he ordenado a la mitad de nuestros sacerdotes en el ministerio activo y la edad promedia ha bajado de 65 a 49 años! Nuevas parroquias en Lincoln, Decatur, Cabot y Greenbrier. Asisto a las reuniones de los obispos, donde se habla de tristeza y fatalidad y se me acuerda repetidamente ¡qué bendición es estar en Arkansas!
Cuando se ordena un sacerdote, se acostumbra a imprimir una pequeña tarjeta para conmemorar el evento. Mi tarjeta de ordenación de hace 40 años contiene una cita tomada del capítulo 8 de Romanos, que por casualidad acaban de escuchar en nuestra segunda lectura de hoy. Elegí esa cita porque en estos versículos, San Pablo expresa muy bien mi confianza en que el amor y la fuerza de Dios nos guiarán de manera segura a través de todos los desafíos que enfrentamos al servir al Señor.
Dice: “Estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni las potestades, ni la altura ni la profundidad, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro."
¡He experimentado la guía, el amor, la protección y la fortaleza de Dios a lo largo de estos 40 años, y estoy seguro de que continuaremos experimentando su guía, amor, protección y fortaleza en los años que vienen!