18º Domingo del Tiempo Ordinario, Año C

Publicado: August 4, 2019

El Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en Little Rock el domingo, 4 de agosto de 2019.


Obispo Taylor

Mi primer Misa como sacerdote cayó el 18º domingo del Año C, el cual estamos celebrando hoy. Cuando me preparaba para esta Misa, pensé que sería interesante ver lo que pensé que decían las lecturas de las Escrituras en aquel entonces, y ver si aumentó mi conocimiento de estos pasajes desde entonces, o no. Mi mensaje hace 39 años fue el siguiente:

El Evangelio de hoy comienza con el menor de dos hermanos quejándose de que el hermano mayor reusaba darle su parte de la herencia. El hermano mayor quiere dejar la propiedad sin dividir — la co-propiedad era muy bien vista en aquellos días. El hermano menor tiene otras ideas y por lo tanto suplica a Jesús.

Pero Jesús reúsa dar una decisión, primero porque él considera que poseer propiedad es irrelevante al mensaje de la venida del Reino que él vino a proclamar — no es malo, simplemente no tiene importancia. Lo que importa es nuestra relación con Dios — las riquezas afectan esa relación y esto es sobre lo que Jesús nos advierte.

La fidelidad a Jesús requiere que seamos contraculturales en nuestro propio tiempo así como lo fue Jesús en el suyo. Y este mensaje es que la verdadera felicidad no viene cuando obtenemos, sino cuando damos.

Para enfatizar su punto de cómo las riquezas pueden dañar nuestra relación con Dios, Jesús nos cuenta la parábola del rico necio. Había un campesino cuya tierra era tan fértil que producía más grano de lo que podían sostener sus graneros. Se enorgulleció de su autosuficiencia y construyó depósitos aún más grandes para el grano y todo lo demás. Se miró a sí mismo como un hombre exitoso por sus propios méritos — él llegó a donde estaba por su arduo trabajo, de pobre a rico. Él ahorró suficiente para tener una buena jubilación y esperaba con gusto muchos años de “buena vida” — comiendo, bebiendo y siendo feliz.

Jesús llama a este hombre un “necio” — ¿por qué? Para mí él parece como un proveedor responsable para su familia, un hombre en control de su destino. La razón por la cual este hombre es un necio es porque él ha dejado las mismas riquezas que Dios le dio para separarse de Dios. Él cuenta su prosperidad como algo debido a su arduo trabajo — de este modo niega la existencia de Dios.

Al planificar su jubilación, él olvidó tomar en cuenta a Dios — él estaba ciego a la amenaza de la muerte que rondaba sobre él. Esta ceguera era debido al hecho de que él se había hecho a sí mismo (no Dios) la medida de todas las cosas. Así que él no miró más allá de su vida presente, sobre la cual tenemos algo de control, en lugar del día del Juicio y de la vida más allá. En esta parábola Jesús nos exhorta a mirar más allá de nosotros mismos.

La naturaleza humana es hacernos nosotros mismos el centro de nuestras propias vidas personales — el llamado de Cristo es que Dios debería ser el centro, no nosotros. Hay un viejo proverbio que dice “el dinero es como el agua del mar, entre más la bebe una persona, más sedienta está”. Mientras una persona centra su vida en su propia lucha por autosuficiencia y se olvida de aquellos con necesidad — y de Dios quien hizo todo esto posible — mientras una persona agresivamente se afirma a sí mismo, su deseo será siempre tener más. Esta actitud, con la cual todos tenemos que luchar, es lo opuesto a la Cristiandad.

Eso fue lo que dije en aquel entonces. Una cosa en la que me equivoqué fue que fallé en enfatizar lo suficiente el punto de Jesús de que las propiedades son peligrosas — de hecho, este es un tema consistente en el Evangelio de Lucas. No es malo en sí mismo, pero sí un peligro claro y presente en nuestra relación con Dios — y es por eso que él contó la parábola del rico necio.

Como la nación más rica en la historia humana, este mensaje está dirigido especialmente a nosotros. Y he visto cómo hemos caído presos de este peligro en una manera que nunca lo hubiera imaginado hace 39 años, a saber: nos hemos convertido en una nación pagana. Nuestro poder y riqueza han producido en nuestra nación una ilusión de autosuficiencia y la convicción de auto-engrandecimiento de que nuestra prosperidad se debe a nuestros propios esfuerzos y no a la providencia de Dios.

Esto ha llevado a la gente a vivir — en términos prácticos — como si Dios ni existiera (aún si ellos se identifican como cristianos), lo cual los ha llevado a abrazar una moralidad relativista sin un compromiso a algo mayor que sí mismos. Si el bebé en el vientre materno no va de acuerdo con nuestros planes, hay que eliminarlo — ¿a quién le importa? Si te gusta alguien del mismo sexo, adelante — ¡vive y deja vivir!

Múdate a una comunidad cercada y construye una muralla en nuestra frontera hacia el sur en lugar de luchar contra los problemas reales de pobreza y necesidad humana. Podría darles una lista muy larga: drogas, promiscuidad, anticoncepción artificial, esterilización, relaciones fuera del matrimonio, divorcio, viviendo juntos sin estar casados, nos hemos convertido en una nación pagana. ¡Adoramos a los dioses falsos de poder, posesiones, placer y prestigio.

Durante los últimos 39 años, muchas denominaciones religiosas han hecho una tregua con el paganismo y, de hecho, se han relacionado al espíritu de la era moderna. Algunos han distorsionado la enseñanza de Jesús tanto para acomodar la mayoría de las injusticias y malas prácticas que acabo de mencionar. Pero ustedes saben lo que dicen: “la Iglesia o institución que se relaciona a sí misma al espíritu de la era modera se convierte en una viuda en la próxima”, y estamos en esto a largo plazo, ¡2,000 años hasta ahora.

Así que una vez más, como siempre, la fidelidad a Jesús requiere que seamos contraculturales en nuestro propio tiempo así como lo fue Jesús en el suyo. Y este mensaje es que la verdadera felicidad no viene cuando obtenemos, sino cuando damos. No viene cuando obtenemos permiso para hacer lo que queremos, sino cuando vivimos por algo mayor que nosotros mismos.

La felicidad viene cuando damos, cuando nos entregamos por los demás, cuando centramos nuestras vidas en Jesús, quien da y se dio a sí mismo completamente en la cruz — Jesús cuyo cuerpo y sangre comeremos y beberemos en unos cuantos minutos. Entregarnos nosotros mismos por los demás es lo que Él vino a enseñarnos y es lo que está en el centro de nuestras vidas como Cristianos.

La opción es tuya: agranda tus graneros para guardar más cosas, imitando al rico necio, o agranda tu corazón para abrazar a los pobres y necesitados, imitando al Sagrado Corazón de Jesús. O en las palabras de nuestro salmo responsorial: “Si hoy escuchan Su voz, no endurezcan su corazón …”