Convivio Zonal de EPJ 2018

Publicado: May 11, 2018

Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Misa de apertura para Convivio Zonal de Encuentros de Promoción Juvenil (EPJ) en el Centro Católico San Juan de Little Rock el viernes, 11 de mayo, 2018. Está basada en las siguiente lectura: Jn 15:9-17.


Obispo Taylor

Uno de los conceptos erróneos que algunos tienen de las enseñanzas de Jesús tiene que ver con su mandamiento de amor. Te acuerdas que cuando le preguntaron a Jesús: “¿Cuál es el mandamiento más grande de la ley?” y nos dijo que es de amar a Dios con todo el corazón, toda la mente y todas las fuerzas, y al vecino como a nosotros. Hay dos errores que tienen muchos respecto esta enseñanza de Jesús.

Primero, piensan que esta fue una enseñanza nueva, un avance que superó la comprensión religiosa que prevalecía antes de Jesús. Pero no es así. La pregunta era respecto el mandamiento más grande de la “Ley”, es decir la Tora, los primeros cinco libros del Antiguo Testamento. Y por eso, cuando Jesús contesta lo hace por citar Deuteronomio respecto amor a Dios y Levítico respecto amor al vecino. No es nada nuevo, ¡al menos no para un judío!

Segundo, muchos creen que este es el mandamiento más grande que existe, ¡y no lo es!  Es el mandamiento más grande “de la ley.”  El mandamiento más grande del Antiguo Testamento. En el Evangelio de San Juan que acabas de escuchar, Jesús nos da otro mandamiento que es mucho más grande. Dice, “Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado.” Y ¿cómo nos ama?

En el Evangelio de San Juan que acabas de escuchar, Jesús nos da otro mandamiento que es mucho más grande. Dice, “Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado.” Y ¿cómo nos ama?

Por dar la vida por nosotros. Como dice Jesús, “¡Nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos!” ¡Eso es mucho más que sólo amarlos como a nosotros mismos! ... lo que en algunos casos no es mucho — los que no se aman a sí mismos no saben cómo amar a los demás. Y así, Jesús nos llama a un amor más alto: ¿Cómo nos ha amado? ¡Totalmente, abnegadamente, hasta la muerte! Y es así que nosotros debemos amar a los demás.

Y fíjate, es un “mandamiento” y ¡así que requiere obediencia! Jesús no nos da sólo una recomendación. Para obedecerlo, debemos sacrificarnos la voluntad — es mucho más que sólo conformidad. Claro que hay que hacer lo que nos dice, pero es más que sólo eso; obediencia es una manera especial de escuchar … del latín, ob-audire. Obediencia es lo que pasa adentro de tu corazón … más que sólo conformidad en tu conducta exterior.

Jesús no se limitaba a cumplir los mandamientos de su Padre, también “permanece en su amor” e invita a nosotros hacer igual, escuchándolo con corazón de amor … y es por eso que nos llama amigos y no sólo siervos. Es también por eso que nos invita a nosotros, que somos sus amigos, a tomar nuestras cruces y seguirlo en el mismo camino de amor abnegado que él nos abrió.

¡Y es también por eso que tenemos el sacramento de confirmación que todos Ustedes ya han recibido! Para capacitarte, por la gracia del Espíritu Santo, a vivir como Jesús: amando como Jesús ama, viviendo por algo más grande que ti mismo, por lo cual estás dispuesto a sacrificarte, aun hasta morir. Y ¿qué es la gracia divina? Dos cosas — poder y luz.

Dios nos ilumina, nos da comprensión, y luego nos capacita para poner en práctica con valentía lo que ahora comprendemos. Ese primer Pentecostés, el Espíritu Santo los llenó a los discípulos con comprensión y los capacitó a salir para proclamar con valentía la Buena Nueva de Jesucristo. Pero fíjate: aunque los apóstoles recibieron estos dones el día de Pentecostés, estos dones todavía no estaban desarrollados en ellos ese primer día.

¡Pero aun sus primeros intentos — como bebés que hacen sus primeros pasos — produjeron resultados maravillosos! Y ¿qué es la primera cosa que aprendimos respecto la Iglesia que nació ese día?  Que ya desde el inicio hablamos todos los idiomas, para reunir a toda la humanidad en una sola Iglesia, y así sanar las divisiones de raza e idioma que van atrás hasta la misma Torre de Babel.

Pero claro que esa unidad no es automática y sigue siéndonos un reto. El proceso de sanación empezó ese primer Pentecostés y seguirá siendo una tarea principal de la Iglesia en toda época. Vemos esto claramente en el resto del periodo neo testamentario: la Iglesia sigue enfrentando los desafíos que se presentan, para superar las diferencias entre los judíos y los gentiles, entre los que hablaron hebreo y los que hablaron griego … y así la Iglesia llegó a ser no sólo cristiana, sino también católica, universal.

Esta historia continúa en la Iglesia 2,000 años más tarde en Arkansas hoy. Aquí el reto es de superar las diferencias entre los viejos residentes y los que acaban de llegar, entre los que hablan inglés y los que hablan español, y así crecer para ser más católica y al mismo tiempo más cristiana. Como saben, hay muchos que han inmigrado aquí durante las últimas décadas y muchas de nuestras parroquias — no todas, es triste decirlo — pero sí muchas han respondido para acoger bien a la gente nueva, ofreciéndoles no sólo Misas y otros servicios en español, sino también — lo que es más importante — extendiéndoles a los nuevos una bienvenida cariñosa, de amor.

No sólo palabras, no sólo idioma, sino también amor. El idioma es sólo un vehículo para expresar ese amor, para extender esa bienvenida, para mostrar que esta casa es también su casa.

Jesús dice en el Evangelio de hoy, “No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto.” Y así, todos ustedes fueron capacitados por el sacramento de confirmación y más recientemente por medio de su participación en EPJ, capacitados para salir y cumplir la misión que Jesús te confía … para vivir y proclamar con valentía la Buena Nueva de Jesucristo … y una parte de esa misión es la de superar las barreras y diferencias que existen con amor abnegado … trabajando para hacer que tu parroquia sea verdaderamente católica de hecho y no sólo de nombre … por lo cual necesitas usar todos los siete dones de Espíritu Santo que ya recibiste por medio del sacramento de confirmación: sabiduría e inteligencia, consejo y fortaleza, ciencia y piedad y sobre todo: ¡temor de Dios!