3er Domingo del Tiempo Ordinario, Año C

Publicado: January 24, 2016

Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Iglesia de San Martín de Nashville el domingo 24 de enero de 2016.


Obispo Taylor

En el Evangelio de hoy Jesús fue, como era su costumbre, a la sinagoga de Nazaret, su pueblo natal. A diferencia del Templo en Jerusalén, donde se ofrecían sacrificios de animales en cumplimiento de las provisiones rituales de la ley, las sinagogas eran lugares donde los hombres se reunían para estudiar lo que la ley tenía que decir sobre los asuntos de la vida cotidiana.

Pero en el momento del Evangelio de hoy Jesús había llegado a entender cuán tan opresiva puede ser la ley cuando no hace los ajustes necesarios para tomar en cuenta plenamente la realidad del sufrimiento humano. Así que hoy Él comienza a proclamar las Buenas Nuevas de la gracia de Dios, lo cual algunas veces requerirá que nosotros nos desviemos de la ley o incluso dejemos la ley a un lado por el interés de un bien mayor.

Esto es lo que lo pondrá en conflicto con las autoridades religiosas, para quienes la “¡la ley es la ley es la ley!” incluso cuando las consecuencias no pueden ser la voluntad de Dios. En el Evangelio de hoy Jesús nos da su declaración de misión y también la de sus seguidores citando a Isaías: “El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”.

El Papa Francisco ha declarado este año como un gran Jubileo de la Misericordia de Dios y en el Evangelio de hoy Jesús proclama que el llevar la misericordia de Dios a aquellos con gran necesidad es fundamental para su misión y por lo tanto para cualquier persona que lo siga.

Uno de los lugares con mayor sufrimiento humano hoy se encuentra entre los refugiados que huyen de la violencia en sus países de origen. Hay mucha gente que ha huido de situaciones horribles en Centroamérica para poder salvar sus vidas y proveer para sus hijos. Y tan malo como es vivir aquí sin un estatus legal, ellos por lo menos están lejos del peligro y viven en un lugar donde es posible encontrar empleo, aunque sin tener la autorización legal para hacerlo.

Pero esto no es el caso para millones de personas que están huyendo de la violencia en Siria e Iraq. El Papa Francisco ha pedido a cada parroquia en Europa que patrocine a una familia refugiada y en lugares como Alemania y Suecia la respuesta ha sido muy generosa e inspiradora, a diferencia que la de Estados Unidos. El año pasado Alemania recibió a un millón de refugiados, nosotros recibimos 4,605 de Siria e Iraq combinados.

Pero con todos nuestros elogios para Alemania que aparece mucho en las noticias, fallamos en notar los sacrificios aún mayores que están haciendo los países aún más pobres que de hecho colindan con Siria. El Líbano, que tiene 4.5 millones de personas ha recibido a un millón de refugiados también, y es un país pequeñísimo — ¡del tamaño de cinco condados de Arkansas!

Así que le pedí al Concilio Presbiteral ¿qué — dadas las restricciones de la ley en EE.UU — podemos hacer en Arkansas para responder a la petición del Papa Francisco para que cada parroquia patrocine a una familia refugiada? y aquí está lo que propusimos: ¿Qué tal si agrupamos a parroquias de Arkansas con parroquias en el Líbano para ayudar con las necesidades abrumadoras de los refugiados en su área?

Podríamos ofrecer ayuda material y también establecer vínculos humanos, compartiendo historias y fotos. La gente en Arkansas que son ellos mismos inmigrantes puede compartir sus historias con las personas de allá. Así que me comuniqué con la Iglesia en el Líbano y he identificado 2 parroquias en las cuales muchos iraquíes y sirios han encontrado refugio.

Estas son parroquias en Burj Hammoud y Dekwaneh en la Diócesis de Antelias, Líbano. Ellos recibirían cualquier ayuda para desarrollar sus programas y a principios de esta semana envié un mensaje a los sacerdotes de la diócesis sobre esta posibilidad incluso para nuestras parroquias más pequeñas.

El Papa Francisco ha declarado este año como un gran Jubileo de la Misericordia de Dios y en el Evangelio de hoy Jesús proclama que el llevar la misericordia de Dios a aquellos con gran necesidad es fundamental para su misión y por lo tanto para cualquier persona que lo siga. Y yo creo que hemos encontrado un camino para que cada parroquia en Arkansas ofrezca ayuda verdadera a los refugiados a pesar del hecho de que la ley americana actualmente no nos permite recibirlos aquí.

De cualquier modo, ya sea de esta u otra manera, los exhorto a que todos nosotros consideremos las cosas concretas que podemos hacer para hacer propias las palabras de Jesús: “El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor”.