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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: October 4, 2015
Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Iglesia de Sta. Teresa de Little Rock y la Iglesia de Ntra. Sra. de Fátima de Benton el domingo 4 de octubre de 2015.
La felicidad se determina por nuestras expectativas y nuestra habilidad de notar y alegrarnos en las cosas pequeñas. Si nuestras expectativas son modestas, la vida usualmente excederá nuestras expectativas y seremos felices; si nuestras expectativas son irreales, terminamos decepcionados.
Por ejemplo, yo pasé el verano de 1979 en Kenia y la mayoría de la gente en nuestra parroquia vivía en casas pequeñísimas sin agua, electricidad o plomería. Pero ya que esa era la única vida que conocían, no estaban decepcionados en sus expectativas y de hecho se alegraban por lo que sí tenían — y por lo general eran felices.
Por el contrario, cuando regresé a casa me sorprendió ver cuán infelices son muchos estadounidenses: parejas jóvenes decepcionadas porque su primera casa no es tan bonita como esperaban, empleados enojados porque su jefe no es más considerado, padres de familia decepcionados porque sus hijos son sólo promedio, adultos incapaces de superar la muerte de sus padres ancianos.
Pero Jesús enseña que si un matrimonio es válido, el divorcio tal vez ponga fin a sus efectos civiles, dividir la propiedad, pero no pone fin a su lazo espiritual — y el sexo con cualquier otra persona es adulterio.
Otras personas son felices porque tan siquiera tienen un hogar, tan siquiera tienen un empleo, tan siquiera tienen hijos, tan siquiera tuvieron a sus padres por ese tiempo. Es una cuestión de expectativas y de poder notar y alegrarse en las pequeñas bendiciones de la vida. Y lo mismo es cierto sobre la felicidad en el matrimonio.
En el Evangelio de hoy los fariseos ponen a prueba a Jesús al preguntarle si es lícito que un esposo se divorcie de su esposa. Esta prueba también fue un intento para destruir su popularidad porque todos ya sabían que la ley permitía el divorcio y una postura estricta sobre el divorcio obviamente no sería bien recibida por la multitud, entre quienes naturalmente se encontraban algunos divorciados.
Pero popular o no, Jesús se mantiene en la verdad de que el divorcio no pone fin a un matrimonio válido. En otras partes, Pablo abordará los matrimonios inválidos, la anulación de matrimonios donde falta algo que es necesario para que sea válido. Pero Jesús enseña que si un matrimonio es válido, el divorcio tal vez ponga fin a sus efectos civiles, dividir la propiedad, pero no pone fin a su lazo espiritual — y el sexo con cualquier otra persona es adulterio. Una postura no muy popular para que Jesús lleve a una sociedad como la nuestra donde el divorcio también era común.
¿Por qué tantos matrimonios son tan infelices que el 50% terminan en divorcio? Hay muchas razones, algunas de las cuales son comprensibles e incluso inevitables — digamos en el caso de violencia doméstica — pero frecuentemente el problema es simplemente que la gente tenía expectativas irreales que sabotearon su matrimonio desde el principio, junto con una inhabilidad de notar y alegrarse en las pequeñas bendiciones de la vida cotidiana.
Algunos esperan que su cónyuge haga lo que sólo Dios puede hacer: satisfacer todas sus necesidades de seguridad, apoyo y cercanía. Si nuestro ideal es lo mínimo, no nos sorprendería cuando nuestro cónyuge no pueda satisfacer nuestras expectativas irreales. Todos nosotros tenemos defectos y por lo tanto todos los matrimonios son menos que ideales y esperar lo contrario es contraproducente.
Hace una semana estuve en Filadelfia en el Encuentro Mundial de las Familias en el cual conferencistas elocuentes dieron presentaciones reveladoras tocante a muchos de los factores culturales que han conducido a la ruptura de la familia y sobre los recursos para sanar a familias rotas y corazones rotos. Esto culminó en la Misa al aire libre con el Papa Francisco el domingo pasado en la cual se estima que uno millón de personas participaron.
En esta Misa el Papa Francisco se enfocó en la ternura notando todos los pequeños milagros de la vida cotidiana, y en cómo la fe abre para nosotros una “‘ventana’ a la presencia actuante del Espíritu”. Dado el Evangelio que tenemos hoy, quisiera llamar su atención especialmente a estas palabras. Él dijo: “nos muestra que, como la felicidad, la santidad está siempre ligada a los pequeños gestos. ‘El que les dé a beber un vaso de agua en mi nombre — dice Jesús — pequeño gesto, no se quedará sin recompensa’ (Mc. 9, 41).
"Son gestos mínimos que uno aprende en el hogar; gestos de familia que se pierden en el anonimato de la cotidianidad pero que hacen diferente cada jornada. Son gestos de madre, de abuela, de padre, de abuelo, de hijo, de hermanos. Son gestos de ternura, de cariño, de compasión. Son gestos del plato caliente de quien espera a cenar, del desayuno temprano del que sabe acompañar a madrugar. Son gestos de hogar. Es la bendición antes de dormir y el abrazo al regresar de una larga jornada de trabajo. El amor se manifiesta en pequeñas cosas, en la atención mínima a lo cotidiano que hace que la vida siempre tenga sabor a hogar. La fe crece con la práctica y es plasmada por el amor. Por eso, nuestras familias, nuestros hogares, son verdaderas Iglesias domésticas. Es el lugar propio donde la fe se hace vida y la vida crece en la fe”.
¿Por qué sería que en los días de los matrimonios arreglados había tan pocos divorcios? En parte se debe a que la presión social y la necesidad mutua hacían que el divorcio ni siquiera fuera una opción para la mayoría de la gente. También, ¡la expectativa de vida era tan corta que muy pocas parejas tenían que soportar un matrimonio infeliz por mucho tiempo! Pero una razón más importante era porque las expectativas de la gente eran modestas.
Así como con Tevye en El Violinista en el Tejado, la gente se casaba no por amor, sino más bien por compañía — para criar una familia, para lograr las cosas que ninguno de los dos podría hacer por sí solo. Como aprendemos en el canto de Tevye “¿Tú me amas?”, fue sólo hasta después de 39 años de matrimonio que él y su esposa comenzaron incluso a preguntar si se habían enamorado o no uno del otro en un sentido romántico — en los matrimonios arreglados, se esperaba que el amor fuera el fruto del matrimonio, y no una pre-condición para casarse.
Y a pesar de todos sus problemas ellos descubrieron que eran felices. ¿Por qué? Sus expectativas eran modestas, así que podían tomar sus problemas con calma y porque la vida excedía sus más modestas expectativas, ellos estaban agradecidos. De hecho, en su canto, ellos mencionan toda una serie de pequeños milagros que vivieron en sus 39 años de vida juntos. Gestos de hogar. Expresiones de ternura y cuidado sin dramas. Preparando alimentos, lavando, criando a sus hijos, ganándose la vida.
¿Significa esto que deberíamos bajar nuestras expectativas? Claro que no, pero puede significar que deberíamos tener expectativas más realistas. Un vaso que está medio vacío tiene lo mismo que un vaso que está medio lleno, es una cuestión de cómo veas el vaso. En esto y en muchas otras áreas de la vida, ¡la felicidad se determina por nuestras expectativas!