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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: January 21, 2015
Este es el primer artículo de una serie de doce.
Por Clifford Yeary
Director Asociado, Estudio Bíblico de Little Rock
Nuestros cuatro evangelios canónicos presentan a Jesús como maestro a quienes escuchan atentamente grandes multitudes. Pero es en Mateo, Marco y Lucas (los evangelios sinópticos así llamados por sus muchos parecidos) donde encontramos a Jesús como extraordinario narrador. La gente se agolpaba para escucharle describir la inmensa generosidad de Dios hacia pecadores de todo tipo a través de historias en forma de parábola.
Las parábolas de Jesús son un modo especial de narración. Emplean imágenes disponibles de la vida cotidiana local, pero, de la manera más breve posible, también ayudan a desbancar comprensiones comunes de cómo Dios se relaciona con el mundo y con el pueblo al que considera suyo.
La parábola del sembrador y la simiente introduce el uso de las parábolas de Jesús en cada uno de los evangelios sinópticos. Aunque cada uno explica la parábola de una forma ligeramente distinta, la interpretación que da cada evangelista no sitúa límites precisos sobre cómo ha de interpretarse cada parábola. Por su propia naturaleza, las parábolas están dirigidas a provocar un diálogo interno en quienes las escuchan.
Hay una fuerza dinámica e intrigante en cada una de las parábolas de Jesús. Ya que Jesús no les dice a las multitudes cómo interpretar las parábolas, sabemos que su fuerza especial reside en el modo en que acerquen a quienes las escuchan a considerar las muchas posibilidades de entenderlas. Las muchas posibilidades podrían, cada una a su manera, dirigir a los oyentes, del pasado y del presente, a acercarse más a acoger el Reino de Dios que proclaman las parábolas.
C.H. Dodd, un importante biblista del siglo pasado, propuso la definición clásica de parábola. Una parábola es “una metáfora o símil sacado de la naturaleza o de la vida cotidiana, que sorprende por su rareza al que escucha, y deja la mente con la suficiente duda sobre su aplicación precisa como para provocarla a un pensamiento activo.” O, parafraseando a Mary Ann Getty Sullivan, una parábola describe algo nuevo o desconocido comparándola a algo familiar, pero añadiendo un giro especial dirigido a conseguir una respuesta activa del que escucha una vez que comprende las posibilidades de la parábola.
En la parábola del sembrador y la simiente (Ver Marcos 4,1-20), la imagen familiar (en aquel momento) de un sembrador que arroja semillas en la tierra con la esperanza de una cosecha final suscita el interés de quienes lo escuchan a través de varias imágenes vívidas. En primer lugar, el sembrador arroja la semilla en todo tipo de suelo: rocoso, infestado de maleza, e incluso en un camino, así como en terreno fértil.
Barbara Reid, otra famosa experta en parábolas, dice que probablemente ésta no fuera la manera en que un buen granjero lo hubiera hecho, ni siquiera hace dos mil años. El granjero sabría que arrojarlas en un camino, en suelo rocoso o poco profundo, o entre malezas que la ahogaran era una pérdida de semillas valiosas.
El relato de una parábola de tanta semilla mal colocada que nunca llegaría a la madurez no sorprendería a las multitudes que seguían a Jesús. Pero, que alguna semilla produjera grano de treinta, sesenta o incluso cien veces, sería casi inimaginable. Reid dice que lo más que podían esperar la mayoría de los campesinos de aquel tiempo y lugar era una cosecha de diez veces más.
En cada uno de los evangelios en los que tiene lugar esta parabola (Mateo 13,1-23; Marcos 4,1-20; Lucas 8,4-15), los discípulos le preguntan a Jesús por qué enseña en parabolas, y su respuesta parece ser que ¡para que las multitudes no lo entiendan! Pero al examinar la respuesta de Jesús más profundamente, podemos ver que lo que Jesús dice es que, al usar parábolas, quienes no las toman en serio pueden tener una excusa diciendo que no las entienden. Son como los lugares estériles en que a veces se arroja la semilla.
La propia parábola, sin embargo, desmiente cualquier idea de que Jesús no quisiera que se comprendiera su enseñanza. Si tomamos a Jesús como el sembrador de la parábola y día, su enseñanza como las semillas que siembra, entonces, a diferencia de los campesinos de su tiempo, Jesús ofrece su enseñanza gratuitamente a todos, tanto si tienen la intención de tomarla en serio o no. Pero, si lo hacen, ¡los resultados serán nada menos que milagrosos!
La mejor manera de tratar de entender las parábolas de Jesús es examinar nuestros corazones. ¿Qué tipo de tierra estamos ofreciendo a las muchas semillas que Dios siembra en ella? Si escuchamos las parabolas cuidadosamente, considerando lo que podrían estar diciéndonos personalmente, podrían bien producir una cosecha de treinta, sesenta o incluso cien por uno.
Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 24 de enero de 2015. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.