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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: February 4, 2017
Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía durante una Misa de despedida del Padre Chinnaiah Irudayaraj Yeddanapalli (“Padre Y.C.”) en la Iglesia de Ntra. Sra. de Fátima de Benton el sábado, 4 de febrero 2017.
Piensen por un momento en su comida extranjera favorita. Ya que esta es la despedida del Padre Y.C., ¡mencionaré que la comida hindú es una de las mejores! Una de las cosas que las grandes comidas del mundo tienen en común es que utilizan especias, las cuales no sólo sirven para resaltar el sabor, sino que también sirven como conservantes — es por eso que la comida hindú es tan picante.
Antes que fueran inventados los refrigeradores, los conservantes principales eran la sal, las especias, el vinagre y el humo. La comida podía echarse a perder rápidamente si no se sazonaba. En la comida hindú se utilizan muchas especias, tanto para conservar la comida como para resaltar su sabor.
El Evangelio de hoy dice que somos la sal de la tierra. La sal era la especia principal utilizada en el tiempo de Jesús. Su significado es que así como la sal previene que la comida se eche a perder, así también nosotros tenemos una misión para prevenir que el mundo se eche a perder.
Debemos ser la sal de la tierra: para conservar y para proteger y para construir nuestro mundo — tanto materialmente como espiritualmente, dentro de la Iglesia y en la sociedad. Hacemos esto proclamando el Evangelio de la Vida y el valor intrínseco de la persona desde el primer momento de la concepción hasta la muerte natural.
Y ya que la sal conserva la comida en una manera que también resalta su sabor, así también nosotros debemos conservar y proteger el mundo en una manera que resalte nuestro mundo — sacando lo mejor de él, y al mismo tiempo corrigiendo los errores en el mundo.
La sal es un químico y la sal que compramos en la tienda nunca se echa a perder. Pero esto no era el caso en la antigüedad. La sal contenía gis y otras impurezas. Algunas veces la humedad filtraba la sal del polvo del gis, y lo que quedaba ya ni siquiera contenía sal. Así también, Jesús menciona que, si nuestra dedicación por sacar lo mejor en el mundo se filtra fuera de nosotros, entonces no serviremos para mucho.
Así como se desecha el polvo inservible, así también el discípulo se arriesga a que lo desechen. Y así como la buena comida que se echa a perder por falta de sal debe desecharse, así también nuestro buen mundo se arriesga a echarse a perder y a deteriorarse moralmente por la falta de suficientes discípulos dedicados.
Recordamos estoy hoy mientras nos despedimos del Padre Y.C. quien está tomando una mayor responsabilidad en la parroquia de San Juan en Hot Springs y mientras agradecemos a Dios por sus 25 años de fidelidad en su ministerio sacerdotal.
Una de las cosas que el Padre Y.C. les ha enseñado durante su servicio aquí es que cada uno de ustedes tiene algo qué contribuir. La comida hindú toma los ingredientes más improbables, la mayoría de los cuales son indigeribles por sí solos, y los combina de tal manera que la contribución de cada especia resalta el sabor del platillo completo.
¿A quién le gusta comer jengibre solamente? ¿o cilantro? ¿o resina o ajo o sal solamente? Pero si los combinas con jitomates, aceite, y jalapeños, y si tienes una gran salsa para curry de pescado — una de las favoritas del Padre Y.C. … una salsa que no sabría tan buena si le faltara algún ingrediente. Lo mismo ocurre en la Iglesia.
Debemos ser la sal de la tierra: para conservar y para proteger y para construir nuestro mundo — tanto materialmente como espiritualmente, dentro de la Iglesia y en la sociedad. Hacemos esto proclamando el Evangelio de la Vida y el valor intrínseco de la persona desde el primer momento de la concepción hasta la muerte natural.
Y hacemos esto alzando nuestras voces en oposición a otras manifestaciones de la cultura de la muerte que han surgido prominentemente en el transcurso de este año pasado: las referencias humillantes y degradantes hacia las mujeres en la campaña presidencial; que aparentemente aún son aceptables para muchos estadounidenses; la amenazante retórica criminalizando a los inmigrantes indocumentados — incluyendo aquellos que llegaron aquí inocentemente cuando eran niños; la propagación del temor en contra de los musulmanes; los insultos en contra de las minorías étnicas y raciales, las personas que luchan contra la atracción del mismo sexo; cualquier persona que pueda ser marginalizada y humillada, oprimida por ser diferente. Incluyendo a personas con quienes no estamos de acuerdo, pero cuya dignidad humana debemos defender.
Hacemos esto trabajando para construir puentes de comprensión, de reconciliación y de paz. Y al hacer esto, trabajamos para resaltar nuestro mundo y remediamos sus errores.
Juntos en Jesús, cuyo Cuerpo y Sangre consumimos en la Eucaristía — el mejor alimento de todos — nosotros también, unidos a Jesús y con el uno al otro como el cuerpo místico del cuerpo y la sangre de Cristo activo en el mundo hoy, nosotros también, en él, tenemos la capacidad de ser no sólo una gran comida, ¡sino ser verdaderamente lo que más necesita nuestro mundo hoy! La sal de la tierra y la luz del mundo.