31º Domingo del Tiempo Ordinario, Año B

Publicado: November 3, 2018

Obispo Anthony B. Taylor predicó la siguiente homilía en la Iglesia de Cristo Rey de Fort Smith el sábado, 3 de noviembre de 2018 y en la Iglesia de San Bonifacio de Fort Smith el domingo, 4 de noviembre de 2018.


Obispo Taylor

¿Qué palabras te gustaría tener en tus labios en el momento de tu muerte? Tu avión está cayendo desde el cielo, te diriges a la cascada, tu carro está a punto de chocar. ¿Puedes imaginar cuántas personas mueren gritando palabras malas que seguramente harán una primera mala impresión en el purgatorio?

¿Alguna vez has tenido un gran susto? ¿Dijiste espontáneamente una oración rápida y encontraste paz o dijiste algo más y sentiste terror? ¿Dónde estaba tu corazón en ese momento--con Dios?... o ¿en algún otro lugar?

Los musulmanes esperan morir profesando “Allah Akbar: ¡Dios es grande!” Los judíos esperan morir rezando la plegaria Shemá enseñada por Moisés en la 1ª lectura de hoy, que convoca el mayor de todos los mandamientos: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas” -- ¡los judíos esperan tener un poco más de tiempo que los musulmanes para esa última oración!

Cuando veas pasar tu vida frente a tus ojos, ¿qué veras? ¿Recuerdos de una vida egoísta que conduce a la separación eterna de Dios en el infierno? ¿Recuerdos de oportunidades perdidas para hacer cosas que beneficien a los de más, conduciendo a una escuela reformatoria en el purgatorio? O ¿recuerdos de una vida de servicio fiel a Dios y al prójimo, colocándote en la vía rápida hacia el cielo?

Y luego Jesús expande en el Shemá al vincularlo con otro mandamiento de Moisés: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Estos dos mandamientos contienen todos los demás: Los primeros tres de los Diez Mandamientos tratan sobre amar a Dios y no tener otros dioses más que Él, no tomar el nombre de Dios en vano, santificar el Día del Señor.

Y los otros siete mandamientos tratan sobre amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos: ya que no queremos ser víctimas de la deshonra, daño físico, adulterio, robo, mentiras o envidia, entonces no debemos hacer estas cosas a los demás. Si amas a Dios y a tu prójimo, naturalmente mantendrás todos los mandamientos de Dios.

Sin embargo, la mayoría de los estadounidenses están confundidos en cuanto al amor. Ellos piensan que el amor es una emoción, que el amor a Dios y al prójimo significa tener sentimientos afectuosos hacia Dios y al prójimo. ¡Están equivocados!

Los sentimientos frecuentemente acompañan al amor pero el amor en sí mismo no se trata de sentimientos: el amor es un acto de voluntad y tiene que ver con las decisiones que tomamos. En el tiempo de Jesús la gente decía que sentía emociones en sus entrañas, no en sus corazones. El corazón era la sede de la voluntad — por ejemplo: en la Biblia ser duro de corazón no significa tener “grasa corporal”, significa tener convicción.

El punto es que cuando Jesús dice que amemos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas, él está usando cuatro sinónimos que indican que debemos hacer la voluntad de Dios en todo. Y lo mismo es cierto en cuanto a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, lo cual no necesariamente significa que nos caigan bien — gustar es sólo un sentimiento, amar es un acto de voluntad: hacer las cosas para beneficiar a los demás — aunque nos caigan bien o no.

¿Qué pensamientos desearías que pasaran por tu mente en el momento de tu muerte? Cuando veas pasar tu vida frente a tus ojos, ¿qué veras? ¿Recuerdos de una vida egoísta que conduce a la separación eterna de Dios en el infierno? ¿Recuerdos de oportunidades perdidas para hacer cosas que beneficien a los de más, conduciendo a una escuela reformatoria en el purgatorio? O ¿recuerdos de una vida de servicio fiel a Dios y al prójimo, colocándote en la vía rápida hacia el cielo?

¿Alguna vez has tenido una llamada de atención? Si no, entonces aquí está: Dios no hace simples peticiones y éstas no son simples sugerencias. Él nos manda a amar, a que hagamos su voluntad con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas, y a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, a hacer cosas que beneficiarán a los demás.

Si eres fiel, recibirás la muerte con una oración en tus labios, con recuerdos de una vida vivida por los demás, y con un sentimiento de paz, seguido por la aprobación el día del juicio.

Pero si en vez de esto viviste una vida principalmente por ti mismo, sin preocuparte de la voluntad de Dios y de las necesidades de los demás, recibirás la muerte con palabras malas, con recuerdos de pecados y arrepentimientos, y con un sentimiento de desesperación. ¡La opción es tuya! Las palabras piadosas no son suficiente: sólo aquellos que en verdad hacen la voluntad de Dios entrarán al reino de los cielos.