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La Iglesia celebra la fiesta de la Presentación del Señor 40 días después del nacimiento de Jesús. Antes de 1969, la fiesta era conocida como la Purificación de la Bienaventurada Virgen María, o Misa de las Luces. A principios de la Iglesia era celebrada en Jerusalén y desde ahí se difundió por todo el mundo cristiano. Según la ley de Moisés, una mujer estaba ritualmente impura durante 40 días después de dar a luz. Por lo tanto, María y José llevaron a Jesús al Templo para presentarlo al Señor y ofrecer un sacrificio para la purificación. “…como está escrito en la Ley: ‘Todo varón primogénito será consagrado al Señor’. También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma…’” (Lucas 2, 23-24)
Ya que tradicionalmente se incluye una procesión y bendición de velas en esta fiesta de la “Misa de las Luces”, se le conoce como el “Día de la Candelaria”. Las velas sirven como un símbolo de que Jesús es “una luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel”. (Lucas 2, 32)
En esta foto, monaguillos guían la procesión durante la celebración del “Día de la Candelaria” el 2 de febrero, 2016 en Oaxaca, México. Los feligreses usualmente traen velas a esta Misa para que sean bendecidas y utilizarlas en sus hogares a lo largo del año. Lea sobre el Significado de la Fiesta de la Candelaria.
El Obispo Anthony B. Taylor explica en su homilía: “El 2 de febrero fue elegido para esta fiesta porque la presentación del niño Jesús en el Templo por la sagrada familia habría ocurrido 40 días después del nacimiento de Jesús, el día en que la luz divina comenzó a brillar en las tinieblas de un mundo muy oscuro… de ahí la bendición de las velas”.
Ellyn von Huben con Word on Fire dijo que esta fiesta celebra la “venida de la Luz en el mundo”. “Pero también pasa una sombra; una sombra prediciendo el sufrimiento que precederá la victoria de la Luz sombre las tinieblas”, añadió. “Simeón no sólo proclamó que él había visto su salvación, sino que también le dijo a la Madre de nuestro Señor que una espada atravesaría su alma”.
En “Redemptoris Mater”, San Juan Pablo II escribió que María escuchó en las palabras de Simeón algo como un segundo anuncio, “dado que le indica la concreta dimensión histórica en la cual el Hijo cumplirá su misión, es decir en la incomprensión y en el dolor. Si por un lado, este anuncio confirma su fe en el cumplimiento de las promesas divinas de la salvación, por otro, le revela también que deberá vivir en el sufrimiento su obediencia de fe al lado del Salvador que sufre, y que su maternidad será oscura y dolorosa”.