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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: November 10, 2016
Este es el 12º artículo de una serie de trece.
Por Cackie Upchurch
Directora del Estudio Bíblico de Little Rock
Por todo el mundo, el pueblo de Dios ora con las palabras de María del Evangelio de Lucas, “Proclama mi alma la grandeza del Señor …” El cántico de María, también conocido como Magnificat es la oración repetida en las Vísperas de la Liturgia de las Horas y aparece por primera vez en Lucas 1,46-55 como la para que el mensaje de alabanza se recuerde y se convierta en modelo para nuestra propia ofrenda de alabanza.
El canto de María es la culminación de acontecimientos en su vida que llevaron al Nacimiento de Jesús. El ángel Gabriel se le ha aparecido anunciando que llevará en su seno al hijo de Dios (Lucas 1,26-38), se le ha contado el embarazo de su parienta anciana y va a visitarla en una aldea distante unas 90 millas, y la anciana Isabel Saluda a María con alegría y bendición (Lucas 1,39-45).
El Magnificat recoge no solamente la admiración y asombro de María ante la intervención de Dios en su vida, sino que también habla de las obras salvíficas de Dios en el mundo y, en el proceso, nos acerca a experimentar la misma maravilla.
La oración se inicia con la experiencia personal de María, de un Dios que ha hecho “grandes obras” en ella (1,46-49) pero enseguida pasa a las grandes obras que Dios ha hecho por todos. “Su misericordia llega a sus fieles de generación en generación” (1,50).
Si nos acercamos a las palabras de la oración de María con una curiosidad sincera, podríamos preguntar, “¿Cómo se muestra la misericordia de Dios?” La propia oración describe la misericordia de Dios dispersando a los soberbios (1,51), derribando del trono a los poderosos y ensalzando a los humildes (1,52), y despidiendo a los ricos vacíos mientras colma a los hambrientos de bienes (1,53). Sin duda, la misericordia de Dios implica cambios radicales sociales, políticos y económicos.
Eso hace surgir preguntas importantes. Si Dios muestra misericordia a los humildes, y a los hambrientos y a los hambrientos y a los pobres, ¿significa eso que Dios priva de su misericordia a los soberbios, los poderosos y los ricos? ¿O significa que a no ser que descubramos y acojamos nuestra humildad y hambre y pobreza, no podremos tener una experiencia profunda de Dios?
Los profetas de Israel pueden ser de gran ayuda a este respecto. Hombres como Isaías, Jeremías, Oseas y Miqueas hablaron con la autoridad de Dios en un período de la historia que contemplaba a las naciones de Israel y Judá derrumbarse desde dentro y desde fuera. Había reinos poderosos fuera de sus fronteras tragándose a naciones más pequeñas y minando su soberanía hasta que al final cayeron.
Dentro de las comunidades del pueblo de Dios había otro tipo de caída: una caída de la vida de la alianza. Esto quiere decir que el pueblo de Dios estaba abandonando las exigencias de la alianza de vivir en justicia, amar fielmente y adorar al Dios de su salvación.
Los pobres eran abandonados y maltratados y los líderes religiosos y políticos parecían haber perdido el rumbo. Las duras palabras de los profetas no se dirigían solamente a avergonzar o castigar a los que estaban en posiciones de poder. Su objetivo era llamar a Israel a una conversión más profunda para que sus palabras y obras estuvieran en armonía con su llamada a ser el pueblo de Dios.
Los profetas ofrecían una oportunidad de conversión a quienes estaban violando la ley de Dios. Su lenguaje áspero podría sonar condenatorio, pero los profetas estaban ofreciendo el tipo de misericordia que podría transformar a quienes escucharan de dentro a fuera.
Quizá podamos ver el Cántico de María como parte de la tradición profética de la Biblia. Ella canta el triunfo de los pobres y humildes, pero no necesariamente a expensas de los ricos y poderosos. Dentro de las palabras de la oración de María hay una llamada a que nos entreguemos a la visión de Dios para el mundo.
Aunque esto nos podría causar incomodidad, se nos pide que nos sometamos al plan de Dios, que imploremos la misericordia de Dios y que comencemos a imitar el cuidado de Dios hacia quienes están en los márgenes.
También se nos pide con urgencia que nos consideremos entre los pobres y humildes, para descubrir nuestra propia pobreza que solo se puede colmar con la riqueza de la misericordia de Dios.
Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 12 de noviembre de 2016. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.