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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: June 18, 2016
Este es el 7º artículo de una serie de trece.
Por Clifford Yeary
Director Asociado, Estudio Bíblico de Little Rock
El Evangelio de Marcos nos habla de un ciego llamado Bartimeo que se sentaba a la orilla del camino, mendigando para sobrevivir a la salida de la antigua ciudad d Jericó (Marcos 10,46-52).
Escucha voces de una multitud considerable que le dicen que el hombre conocido como Jesús de Nazaret se acerca en su camino de salida de Jericó. Algo de la reputación de Jesús ya es conocido par Bartimeo porque no sólo llama a Jesús, sino que le da un nombre muy especial: “Jesús, hijo de David” (v.47).
Bartimeo tiene fe en que Jesús es el Mesías y su fe lo llena de esperanza. “Jesús, hijo de David, ten compasión de mí.”
La multitud urge a Bartimeo a que se calle. Aquí, por una vez en Marcos, no son los discípulos los que desaniman a la persona necesitada de molestar a su maestro (ver Marcos 10,13). Sin embargo, la multitud no puede intimidar a Bartimeo. Grita a Jesús aún más fuerte. “Hijo de David, ten compasión de mí.”
Jesús escucha su súplica, pero lo que ocurre a continuación es un sutil mensaje a nosotros, tanto si nos consideramos auténticos discípulos del maestro, o simplemente estamos entre la turba que le sigue. Jesús no va hacia Bartimeo, sino que da órdenes a las personas que les siguen saliendo de Jericó: “Llámenlo” (10,49).
El mensaje para nosotros es sobre nuestro papel en mediar la misericordia de Jesús. Hay voces por todo nuestro mundo, no sólo lejos, sino cerca de nosotros, tanto si son los sin techo, o los que viven en nuestros barrios, que de una manera u otra, están esperando un signo de la misericordia de Dios.
Aunque nosotros mismos podríamos preguntarnos por qué Dios no ha respondido a sus llamadas, recordamos a Jesús que le dice a la multitud que sean ellos los mediadores, los que aseguren que se da un encuentro entre la persona necesitada y la fuente última de la misericordia.
Así que “ellos” (¿la multitud, los discípulos, o todos juntos?) van a llamar a Bartimeo. “Ánimo; levántate; te está llamando.” Lleno del ánimo de ellos y de su propia firme esperanza de lo que puede hacer por él el hijo de David, Bartimeo se levanta de un salto, tira a un lado su capa, y va directamente a Jesús (10,49-50).
Es ciego, así que, ¿cómo sabe dónde está Jesús de entre toda la multitud? Sólo podría saberlo porque oyó esa voz de autoridad decir, “Llámenlo” y sabía de quién tendría que ser esa voz, así que fijó su ubicación en sus oídos.
¿No resulta curioso que cuando Bartimeo se acerca a Jesús , Jesús le pregunta, “¿qué quieres que haga por ti?,” Jesús puede ver que el hombre s ciego, pero es necesario que Bartimeo exprese tanto su fe como su esperanza. ¿Aunque no es sorpresa que Bartimeo diga que quiere ver, vemos que es lo único que pide Bartimeo, lo único que espera?
El obispo anglicano retirado de Durham, Inglaterra, N.T. Wright, nos dice que en el acto de tirar a un lado la capa para levantarse e ir a Jesús, Bartimeo estaba entregando su único modo de vida, el único medio de supervivencia que él conocía: el mendigar.
Según el obispo Wright, Bartimeo no llevaba puesta la capa cuando estaba sentado al borde del camino. La tendría extendida frente a él para recoger las monedas que los caminantes a y desde Jericó le arrojaran. Hoy, estamos acostumbrados a ver personas con sombreros boca arriba, latas vacías de café, o fundas de guitarras abiertas.
En el tiempo de Jesús, los mendigos extendían sus capas ante ellos. Bartimeo echa la capa a un lado porque ya no le sirve. Al buscar la vista, también buscaba otro modo de vida, y su fe le dio el valor de buscarlo aunque todavía estaba ciego.
Bartimeo le dice a Jesús que quiere ver, y Jesús ve la fe de Bartimeo y le dice: “Anda y vete; tu fe te ha salvado.” Bartimeo inmediatamente recíbela vista, pero no se va, sino que sigue a Jesús “por el camino” (10,51-52).
Antes de que los seguidores de Jesús fueran llamados cristianos, antes de que se identificaran a sí mismos como la Iglesia, se llamaban a sí mismos “El Camino,” porque sabían que Jesús era el camino de la salvación (ver Juan 14,16). Buscar la misericordia del Señor es comprometernos a seguirle or el camino, diciendo a todos los necesitados: “Ánimo ... te está llamando.”
Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic el 18 de junio de 2016. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.