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Diócesis Católica de Little Rock
Publicado: December 5, 2015
Este es el 12º artículo de una serie de doce.
Por Cackie Upchurch
Directora del Estudio Bíblico de Little Rock
Los buenos maestros conocen el valor de la repetición, y repiten literalmente las enseñanzas principales, para que sea comprendidas y recordadas; además, elaboran lo que enseñan de tal manera que tenga eco en las mentes de sus estudiantes. Jesús, el Maestro por excelencia del Evangelio de Mateo, utiliza también la repetición, esperando que sus seguidores permitan que sus palabras y acciones tengan eco en sus corazones.
La escena del juicio final de Mateo 25,31-46 usa la metáfora de las ovejas y los carneros. Y el lenguaje de esta sección refuerza la importancia de lo que hemos venido en llamar las obras de misericordia corporales (o tangibles) — alimentar a los hambrientos, dar de beber al sediento, acoger a los forasteros, vestir al desnudo, cuidar de los enfermos y visitar a quienes están en prisión.
Todas estas frases se repiten cuatro veces en 16 versos. Ciertamente, están dirigidas a realzar la importancia de estas actividades para el pueblo de fe.
Las obras de misericordia sirven como señaladores de la justicia e integridad en las vidas de quienes heredarán la vida eterna. No se supone que la lista sea exhaustiva, porque ciertamente hay otros modos en que nuestra fe está llamada a la acción. Pero dense cuenta de que en todos estos casos se proporciona un hilo conductor sobre las personas necesitadas, cualquiera que sea su circunstancia y sin juicio.
De hecho, estas obras de misericordia aparecen en una escena que ilustra que Jesús tiene la autoridad final para juzgar entre ovejas y carneros, los “benditos” y los “malditos”. No es tarea de los seguidores de Jesús hacer juicios sobre los demás; más bien, se recuerda fuertemente a los seguidores de Jesús que entrar en acción en favor de los desposeídos, o dejar de entrar en acción, tiene consecuencias.
En el Evangelio de Mateo, esta escena tiene lugar en un discurso, o colección de enseñanzas, descritas como apocalípticas (capítulos 24 y 25). Los seguidores de Jesús están confundidos y consideran sus predicciones sobre la destrucción del templo de Jerusalén, y empiezan a hacer preguntas sobre el final de los tiempos.
La respuesta de Jesús está dirigida a fortalecer su fe ante cualquier tiempo difícil que llegará inevitablemente, llenarlos de valor e instruirlos sobre el modo de vivir en medio de las tribulaciones.
Tomando imágenes del libro de Daniel, del Antiguo Testamento, la escena del juicio en Mateo 25 se inicia con una descripción del Hijo de Dios llegando en gloria con sus Ángeles y “todas las naciones” congregadas en torno a él. Los biblistas nos han ofrecido diversas opiniones informadas sobre la identidad de estas naciones.
¿Representan “los más pequeños de estos” a algún grupo de personas necesitadas, alguna variedad de orígenes? Si es así, la lección se busca extender una amplia red cuando se trata de asistir a quienes sufren en el mundo.
O, dado cómo ha empleado Mateo el mismo lenguaje anteriormente en su Evangelio, ¿es “los más pequeños de estos” una referencia a los discípulos judíos de Jesús? Si ese es el caso, la parábola podría estar dirigida a los gentiles, desafiando su tratamiento de los seguidores de Jesús. En esta última interpretación, el juicio se hace sobre una comunidad que no ha salido al encuentro de aquellos que están fuera de su comunidad.
En ambos escenarios, la justicia es proactiva. Se trata de responder a la necesidad, no simplemente sobre pensar rectamente y sobre las acciones correctas. Se trata de estar en relación correcta con los demás y con Dios y de vivir de un modo que demuestra esta relación mutua.
Lo que es profundo en esta escena es que quienes están siendo juzgados parecen no darse cuenta de que la manera en que tratan a los demás es, de hecho, la manera en que tratan a Jesús. Podrían admitir que actuaron o no con misericordia hacia los demás, pero sus preguntas muestran que no han igualado el amor al prójimo con el amor a Dios, los dos pilares que presentó Jesús como el mayor mandamiento (Mateo 22,34-40).
Al cerrar esta serie de artículos enfocados en las parábolas de Jesús, y entramos en el Año Santo de la Misericordia, es muy apropiado que permitamos que nos inquiete esta imagen de las ovejas y los carneros. Como maestro, Jesús no se preocupaba simplemente de pasar información, sino de transmitir un modo de vivir que refleja la profundan transformación que experimentarán los discípulos al crecer en unión con él.
Jesús buscaba confrontar e inquietar a sus seguidores, no simplemente para sacarlos de sus Casillas, sino para lanzar una invitación a la ciudadanía en un reino que transformará nuestro mundo.
Este artículo fue originalmente publicado en el Arkansas Catholic de 5 de diciembre de 2015. Derechos de autor Diócesis de Little Rock. Todos los derechos son reservados. Este artículo podrá ser copiado o redistribuido con reconocimiento y permiso del editor.