4º Domingo de Adviento, Año A

Publicado: December 17, 2016

Obispo Anthony B. Taylor predicada la siguiente homilía durante la Misa para la instalación del acólitos, lectores y candidatura de los seminaristas de la Diócesis de Little Rock en Iglesia de Ntra. Sra. del Buen Consejo en Little Rock el sábado 17 de diciembre de 2016.


Obispo Taylor

Hoy es un día especial para los seminaristas de la Diócesis de Little Rock. Esta mañana ordenamos a Nelson Rubio al diaconado transitorio — el primero de los órdenes del sacramento del orden sagrado, los otros siendo el sacerdocio y el episcopado — y el último paso antes de su ordenación sacerdotal.

Y ahora en esta Misa muchos de nuestros seminaristas recibirán ministerios que marcarán su progreso en el camino hacia la ordenación. El primero de estos ministerios es aquel de lector, en el cual se le confía formalmente al seminarista la lectura de las sagradas Escrituras en la Misa, con la excepción del Evangelio.

El segundo ministerio que será recibido es aquel de acólito, donde al seminarista se le confía el servicio en el altar de una manera más formal, y como tal ayuda a preparar y a distribuir la Eucaristía a los fieles. Él también puede ahora exponer el Santísimo Sacramento para la adoración pero no puede dar la bendición.

La presencia de Dios entre nosotros comenzó con el nacimiento virginal en Navidad y nuestra redención se logró en Jesús en Viernes Santo y Domingo de Pascua, pero nuestra apropiación de esta gran obra de salvación continúa desarrollándose en un mundo donde el poder de la oscuridad y todo tipo de maldad aún continúa cegándonos.

Y después el tercer paso que marcaremos hoy es aquel de candidatura. En esta ceremonia el seminarista públicamente expresa su intención de recibir el orden sagrado y yo como su obispo públicamente acepto esa intención … lo que quiere decir que yo creo que él cuenta con las aptitudes necesarias y que ha logrado suficiente madurez.

Aproximadamente la mitad de nuestros seminaristas marcarán su progreso hacia el sacerdocio en una de estas maneras durante esta Misa. Esta es una fuente de gran alegría para mí y estoy seguro que para todos nosotros que estamos reunidos aquí hoy.

Y hacemos esto en el 4º Domingo de Adviento, el último domingo en esta gran temporada de expectativa y espera. Nuestra primera lectura proclama la promesa de Dios de “He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel” — lo cual por supuesto significa “Dios con nosotros”.

Y luego en nuestro Evangelio el ángel del Señor se le apareció a José en un sueño para describir cómo se realizaría esto: fue por medio del Espíritu Santo que María, aun siendo virgen, pudo concebir, y además, él lo llamaría “Jesús” — un nombre que significa “Dios salva”.

En otras palabras, Dios está con nosotros para salvarnos. “Dios con nosotros” revela la identidad de Jesús como la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, mientras que “Dios salva” revela el motivo del nacimiento de Jesús: Dios nos salvará a través de él. Y así que cuando José despertó, él hizo lo que el Señor le había mandado y recibió a María en su casa como su esposa.

La presencia de Dios entre nosotros comenzó con el nacimiento virginal en Navidad y nuestra redención se logró en Jesús en Viernes Santo y Domingo de Pascua, pero nuestra apropiación de esta gran obra de salvación continúa desarrollándose en un mundo donde el poder de la oscuridad y todo tipo de maldad aún continúa cegándonos.

Muchas personas tropiezan a lo largo de la vida, perdidos y abandonados, viviendo por nada mayor que ellos mismos. Este año pasado hemos escuchado más cosas llenas odio por parte de nuestros líderes políticos y de la gente común que cualquier otro tiempo que yo puedo recordar.

Y es a ese mundo al que Jesús nos envía para llevar la luz y la esperanza y la resistencia valiente contra la maldad. Esa misión es para todos nosotros, pero más para aquellos a quienes el Señor ha llamado a servirle en el ministerio ordenado. Y así que hacemos propias las palabras del salmo responsorial de hoy: “¡Ya llega el Señor, el Rey de la Gloria!”.